domingo, 30 de junio de 2013

El ático de los okupas

-Pues nada, esto es Madrid. Venga, vamos a ver el piso que nos han asignado. ¿Liz?¿Vamos?
-Eh... sí, sí, vamos. -Liz aún está un poco anonadada por la repentina marcha y además solo ha podido despedirse de su mejor amiga, Paula, por skype. Según el contrato de su madre, solo estarán allí un año, pero si los jefes piensan que su madre se merece un puesto fijo, se quedarán en Madrid indefinidamente.
Acaban de llegar y ya echa de menos la temperatura su ciudad. En Madrid el aire es cálido y el calor se le pega a la piel, abrasándola. Después de instalarse en el piso, su madre tiene que ir a presentarse en el trabajo, por lo que Liz se queda sola, después de una discusión de un cuarto de hora donde su madre insistía en que fuera con ella. Liz coge las llaves y sale a la calle, con un mapa, eso sí. Al final, se harta de ir sacando el mapa cada cinco segundos y comienza a vagar por las calles madrileñas, sin rumbo ni meta fija. Le gusta perderse por ciudades desconocidas, le proporciona una extraña sensación de paz y tranquilidad, sin preocupaciones ni presión de ningún tipo. Además, le recuerda a su padre, porque siempre que iban de viaje los tres él insistía en dejarse llevar y perderse, era un gran aventurero. Ahora, pensar en él le provoca un pequeño nudo en la garganta, pero lo elimina con una sonrisa pensando en alguna anécdota divertida. Cuando son las dos de la tarde, su barriga protesta y la avisa de que es la hora de comer. Se dirige de nuevo a su piso, y le sorprende encontrarlo tan rápido. El portal de abajo está abierto pero cuando llega al tercer piso suelta un taco por lo bajo: ¿y las llaves? ¡Las tenía en el bolsillo del pantalón! Su madre no llega hasta bien entrada la tarde y no tiene dinero para comprarse nada en un bar. Respira hondo para tranquilizarse, aunque ve venir que hoy no come. ¿Cómo no ha podido darse cuenta de que se le han caído las llaves? Se da una palmada en la frente mientras intenta recordar algo, pero nada. Decide esperar en el portal, por si algún vecino caritativo le puede dar dinero para comer algo. Se sienta en las escaleras, coge los auriculares y le da al play. Mientras Rihanna canta en sus oídos, un grupo de chicos no más mayores que ella entra en el portal armando un buen escándalo. Van vestidos con ropas holgadas y oscuras, menos uno, que lleva unas bermudas y una camiseta que se le ciñe al pecho. Parecen estos bailarines callejeros que su madre tanto odia. Si son vecinos, se pondrá muy contenta. Los chicos deslizan sus ojos por encima de Liz y uno de ellos, con una dilatación en la oreja, le pregunta:
-¿Qué haces ahí? ¿El novio te ha echado de su casa?-los demás ríen y Liz esboza una sonrisa, coqueta. Le encanta pelear con tíos estúpidos.
-No, he sido yo la que ha dado el portazo. Cuando discutimos siempre finjo que me voy y luego viene arrastrándose, es muy divertido- como toque final, guiña el ojo. El imbécil se sorprende un poco pero se recompone rápido y se dispone a contraatacar. Pero antes de que pueda abrir la boca y soltar otra idiotez, el chico de las bermudas le pone una mano en el hombro y dice:
-Venga, Lucas, déjala y vámonos.- Liz lo mira con agradecimiento y él le ofrece una sonrisa de disculpa.
Los chicos empiezan a subir por las escaleras y Liz oye que uno dice "aguafiestas". Entonces, el que va en cabeza se gira y le pregunta a Liz:
-Oye, ahora en serio. ¿Qué haces ahí en el suelo?- a Liz la pregunta la coge por sorpresa y balbucea:
-Bueno... yo... es que...eh... he perdido las llaves de mi casa- los chicos la miran curiosos y añade- Y tengo hambre.
Ellos se ríen y luego uno de ellos dice:
-¿Por qué no te subes? Tenemos pizza-parece majo pero los demás le dan... repelús
-Eh... no, gracias. Pero os agradecería que me dierais dinero para comprar algo. Luego os lo devolvería, claro.
Los chicos se miran entre sí y el que le ha preguntado antes levanta una ceja y dice:
-Pues va a ser que no. Buena suerte con los demás vecinos. Son todos unos viejos bordes.- y siguen subiendo por las escaleras.
Liz decide buscar en los buzones y empieza por el único nombre que ha oído: Lucas. No hay ninguno. Decide seguirlos y a juzgar por sus pasos y sus voces, se paran en el último piso y el silencio sustituye su griterío. El ático. Vuelve a mirar los buzones y descubre que el ático debería estar vacío, por lo tanto... ¿son okupas? "Madre mía, vaya vecinos me han tocado." piensa Liz. Pero hay algo, algo muy extraño, que le dice que acepte la invitación y suba a comer pizza con los okupas, y es algo más que no querer morirse de hambre. Es una sensación que no puede explicar, que no tiene sentido, es como una anticipación, un aviso de que sucederá algo. Ese sentimiento ya lo ha experimentado anteriormente, una semana antes de que muriera su padre. Eso no quiere decir que vaya a morir alguien, es solo que ocurrirá algo que pondrá su vida patas arriba. Antes de que se dé cuenta de lo que está haciendo, sube las escaleras y da un golpe con los nudillos al ático de los okupas.

¡¡Se me está yendo de las manos, olé olé!! Pero no pasa nada, que tampoco intento hacer un bestseller, así que... gracias por leerme!!

viernes, 28 de junio de 2013

"Vida de rey sin pagar un céntimo"

El corazón de Óscar debería estar desbocado, dando golpes contra su pecho. Pero no es así, lo único que siente es una euforia mezclada con adrenalina, mucha adrenalina. Combinación explosiva para hacer un gran número. La música empieza a salir de los altavoces portátiles y los chicos comienzan la coreografía, realmente majestuosa. Óscar los observa un poco retirado, esperando su turno. La gente aplaude y los chicos danzan en movimientos limpios y rápidos, algunos con el rostro concentrado y serio y otros con una sonrisa divertida en la cara, mostrando al mundo que lo que hacen es su pasión, su estilo de vida. Cada vez que logran un paso difícil aúllan todos a la vez, un grito de victoria y la gente anima con más ganas. Los aplausos de la multitud retumban entre los árboles de alrededor de la plaza, haciendo que las palomas alcen el vuelo y más gente curiosa se acerque a ver el espectáculo. En cuanto la música cesa, la gente rompe en una ovación enorme, los aplausos y los gritos se hacen más fuertes si cabe. Después de que el público se calme, Draco coge un micrófono:
-Gracias, muchísimas gracias por este aplauso. Ahora, vamos a hacer un reto para comprobar si nuestro amigo Óscar-le señala con la mano- se merece entrar en el grupo. Me explico: él bailará y después lo haré yo. Si él recibe más aplausos se queda, si no, pues va a buscarse la vida. Quiero que seáis justos, no es un juego. Ea, ¡música maestro!-Óscar se dirige al centro de la redonda que ha creado el público.
Respira hondo cerrando los ojos y sin apenas darse cuenta se libera a lo que él más le gusta: sentir el calor del público animándolo, arropándolo; los gritos de aprobación y los silbidos de felicitación; las bocas abiertas y los ojos como platos de la gente impresionada; cámaras de los móviles grabándolo; y por qué no decirlo, las chicas mirándolo embobadas. Sus movimientos son precisos, pero nada bruscos, como si se deslizara suavemente por el suelo o por el aire. El calor del sol le molesta en la cabeza pero no le importa. ¡Cuánto tiempo hacía que no se sentía tan bien! Le da pena que la música termine, si fuera por él hubiera seguido bailando hasta que cayera el sol. La ovación le pita en los oídos: el público aplaude con las manos sobre su cabeza, los niños pequeños incluso saltan. La gente le da una sonrisa alentadora y radiante, y Óscar les concede una reverencia porque en ese momento no le salen las palabras, además de que está sin aliento. Draco está verdaderamente sorprendido, se le nota en la cara. Óscar coge una toalla pequeña para secarse el sudor de la cara y el cuello, se moja el pelo con una botella de agua y después sacude la cabeza, provocando que una chica lance una risita nerviosa. Entonces, Óscar ve como los chicos se reúnen y hablan en susurros. Él sabe que es bueno, en realidad muy bueno, ya que le llegó una solicitud desde una academia de baile de Estados Unidos pero la rechazó porque él quería terminar los estudios del bachillerato, una verdadera estupidez, pero algo le dijo que no aceptara. Draco se acerca de nuevo y hace un gesto con las manos para que la gente se marche, como diciendo "Se acabó lo que se daba". El público, extrañado y enfadado porque quiere ver el final del duelo, hecha unas cuantas monedas de uno y dos euros en un sombrero y se dispersa. Óscar piensa que más tarde le preguntará a Draco por qué no quiere que la gente sepa si se queda o no, es raro. Después de lo que le parece media eternidad, los chicos se acercan, con rostros impasibles para que Óscar no adivine el veredicto.Obviamente, Draco toma la palabra:
-Vamos a ver como te decimos esto. Tú...¿has vivido alguna vez en un ático?- Draco mantiene su pose indescifrable, por lo que Óscar le sigue el rollo.
-Pues no, la verdad. Donde vivía antes era un segundo piso de 80 metros cuadrados. -el chico rubio no aguanta más y suelta una gran carcajada, seguida de las risas de los demás. Draco solo muestra una débil sonrisa.
-Bienvenido a los Tänzer. Ese idiota rubiales que parece que está todo el día fumado y se ríe por todo es Pablo. El que es un armario empotrado andante es Lucas. Los dos gemelos que no se aguantan entre ellos son César y Bruno. El negrito enano -el aludido pone cara de ofendido- es Marco y mi nombre ya lo sabes. 
Óscar va chocando las manos a medida que Draco va diciendo sus respectivos nombres. Entonces, Marco dice:
-Espera, espera. Draco, a ti no te hemos presentado como te mereces, ¿verdad, chicos? Verás Óscar, este tío borde que solo sonríe cuando le dan una sandía fresquita es Draco.
-Ja ja ja, muy ingenioso Marco. ¿Podemos irnos ya? Necesito una maldita ducha.
Y dicho esto, se dirigen al famoso ático, que Óscar intuye que estará hecho una pocilga. Después de que Óscar recoja su mochila del hotel, los chicos empiezan a hablar, interrupiéndose unos a otros y dándose empujones y collejas cada dos minutos, mientras Óscar los observa divertido: son como una familia de hermanos rara, muy rara. Lucas empieza a explicarle como encontraron el piso en el que viven:
-...Y allí acabamos. Ni siquiera nos instalamos, nos quedamos como una hora entera mirando las vistas, son impresionantes, no exagero. Además de que el piso es todo lujo, no sé como alguien lo abandonó, pero mejor así, ese piso estaba destinado a que lo encontráramos nosotros. 
-Ya te digo, es la vivienda que siempre he soñado.- dice Pablo- Todo moderno y caro, carísimo. Es la vida de un rey sin pagar un puto céntimo.
Y siguen andando hacia la casa, sin tener ni idea de lo que se encontrarán en la portería del bloque, sin pensar si quiera en que, a veces, el destino tiene un as en la manga. 

Muchas gracias por llegar hasta aquí, me parece que me ha quedado soso, pero no doy pa' más, lo siento. Muchas gracias!!!! <3
*Para mi Marlene: muchas gasias por ayudarme a encontrar el nombre de Marco, cuantas más veces lo decía mejor lo encontraba!!!! Kisses and *carita perver*

jueves, 27 de junio de 2013

Decisión inesperada

El suave traqueteo del vagón del tren le ayuda a dormirse. Viaja durante lo que a él le parecen cuatro horas y después el sonido del pitido que anuncia que han llegado a su destino le despierta. Se pasea sin prisas por el vestíbulo de la estación, esquivando a todas las personas que van con paso apresurado a trabajar o a la universidad. Óscar va despacio, contemplando detenidamente lo que le rodea, sonriendo ante la visión de hombres trajeados que no cesan de mirar el reloj y los jóvenes que repasan apuntes como si se les fuese la vida en ello. Óscar siente que su vida pasada era un sueño del que tarde o temprano iba a despertar, y por fin lo ha hecho. Sale de la estación y un calor abrasador lo envuelve de pies a cabeza. En cuestión de minutos, gotas de sudor le caen espalda abajo y entra en un baño de un café para cambiarse y ponerse una camiseta más fina y unas bermudas. La camarera lo mira con una cara mezcla de extrañeza y enfado, pero Óscar le obsequia con una encantadora sonrisa de disculpa y sale en busca de... pues no lo sabe, está perdido, pero eso no le hace sentir mal, si no todo lo contrario, está feliz. Cruza varias calles llenas de gente, sobretodo niños pesados que ya no tienen colegio. Decide hacerse pasar por turista y entra en una oficina de información a preguntar por un albergue o un hotel barato. Encuentra un hotel tirado de precio y se encamina hacia allí. Lo que encuentra le hace sonreír: es un hotel feo y viejo, y muy pequeño. La chica habrá pensado en timarle pero eso es exactamente lo que Óscar buscaba. Explica su historia a la amable señora de recepción y esta la da una habitación para todo el verano. Después de instalarse (tampoco es que llevara mucho equipaje) coge un periódico de una basura y empieza a buscar ofertas de trabajo. No hay absolutamente nada. Con el dinero que lleva en la mochila le da para sobrevivir apenas dos semanas. En una plaza encuentra un grupo de artistas callejeros bailando hip-hop. Lo hacen realmente bien. La gente aplaude al ritmo de la música para animarles y Óscar se une, divertido. Tiene un plan, si no funciona, al menos se echará unas risas. Cuando la multitud se dispersa y los chicos comienzan a recoger sus cosas Óscar se acerca, luciendo esa sonrisa que le hace caer bien a todo el mundo:
-Ey, hola. Sois asombrosos, bueno, no hace falta que os lo diga yo. -el grupo mira a Óscar con curiosidad.
-Gracias, ¿qué quieres?- Óscar ríe, no son tontos esos chavales. Le caen bien.
-Bueno a ver, es que me he escapado de casa, no he pisado esta ciudad en mi vida, no sé qué hacer y no tengo dinero. Pero sé bailar hip-hop, no como un hobby para pasar la tarde, me gusta de verdad. Y me preguntaba si podríais dejarme entrar en vuestro equipo. Y si no, pues gracias por escucharme.-Óscar mantiene su sonrisa, está preparado para reírse en cuanto le digan que no. Pero el que parece ser el líder arruga la frente y su rostro adopta una expresión de duda.
-¿Pretendes que entre en nuestro equipo un completo desconocido que dice que sabe bailar?
-Sí. Puedo haceros una demostración de que no soy ningún ladrón, si os quedáis más tranquilos. Necesito el dinero, no tengo nada más que decir.-un de los chicos empieza a reír a carcajadas, apretándose el estómago con las manos.
-¿De dónde ha salido este tío? ¡Me encanta!-Óscar sonríe más. Les ha caído bien. Perfecto. El líder vuelve a tomar la palabra:
-De acuerdo. Haremos un trato. Ahora nos dirigimos hacia otra plaza. Bailarás de manera improvisada. Si recibes más aplausos que yo, te quedas. Si no, pues... mala suerte.-Óscar ríe, le encantan los retos.
-Hecho- y se aprietan las manos.
-Después actuamos en un recinto de verdad, lo que pasa es que no es legal. La calle es nuestro lugar de entrenamiento. -explica un chico rubio mientras caminan hacia la siguiente plaza- Normalmente, bailamos en sótanos privados y eso. Vivimos de okupas en un señor ático. Vistas de infarto, chaval.- El líder vuelve a hablar:
-Después haremos las presentaciones. Por el momento, yo soy Draco y ¿tú eres...?
-Óscar.
-Muy bien Óscar, que comience el show. Ya hemos llegado.
Óscar se siente el chico más afortunado del planeta Tierra. Está a punto de hacer una audición para que lo admitan en un equipo de baile callejero. Una decisión absolutamente inesperada pero que se le ha presentado en bandeja de plata.


Hala, ya está, madre mía, parece que mi inspiración ha vuelto pero muy tímidamente. En fin, aún así, gracias por leerme!!!! <3

miércoles, 26 de junio de 2013

"No me arrepiento"

Últimamente discuten demasiado, por tonterías o por asuntos serios, no importa. El caso es que se pasan las horas alzando la voz, intentando demostrar quién de los dos tiene más razón. A Óscar no le gusta discutir con su padre, pero no se lo pone fácil. Le riñe por todo, no respeta sus decisiones ni sus opiniones, y eso le molesta muchísimo. Es un agobio vivir en aquella casa. Óscar sabe que su madre lo está pasando mal por las continuas peleas, pero cada vez que intenta no contestar mal a su padre, la rabia y la ira se hacen más fuertes y termina por gritarle y pegar un portazo a la puerta de su habitación. No puede más, necesita escapar, desaparecer, esconderse. Lleva tiempo dándole vueltas a la cabeza pero nunca se ha atrevido a llegar hasta el final del plan. Coge la mochila que tiene escondida bajo la cama y empieza a meter ropa, dinero, y las latas de conserva que tenía des de hace dos semanas, cuando también pensaba en irse de casa, aunque esa vez va en serio, está decidido. Lo único que no guarda son el móvil y las llaves, porque no tiene intención de volver y tampoco de que le encuentren. Además, ya es mayor de edad, puede hacer lo que le dé la gana. Se hace el dormido por si acaso, y a las doce de la noche, cuando se termina la serie favorita de su madre y sus padres se van a dormir y apagan la luz, sale de su cuarto, se despide de su gato con una carantoña y un beso en la cabeza y se adentra en la noche calurosa, con la mochila rebotando en su espalda,  la fija idea de no mirar atrás y repitiendo para sí mismo como un mantra las palabras "No me arrepiento, esto será genial."
Mientras camina hacia la estación de trenes, intenta trazar un plan rápido. No ha planeado absolutamente nada, salvo la ciudad a la que irá. Sabe que tren tiene que coger y a que hora sale, así que eso no le preocupa. Aunque tenga que pasar la primera noche dentro de un cajero de una sucursal bancaria, tiene la certeza de que saldrá adelante, será una buena experiencia y mejor historia, cuando sea un señor mayor y entonces se dé cuenta de que lo que está haciendo es una gran estupidez. Pero ahora eso no importa, ha llegado a la estación y en una hora sale el tren que hará que su vida de un vuelco de 360 grados, pero eso Óscar aún no lo sabe, no imagina la gran importancia que tiene esto para su futuro. Todo su destino, que está escrito en alguna parte, se ha venido abajo y ahora tiene que volver a recomponerse, pero no lo hará de la misma forma. Para él, esto simplemente es una aventura de muchas que vivirá, pero no piensa ni por un segundo que todo lo que le ocurrirá está ligado al hecho de que esté cogiendo un tren con destino a una ciudad en la que nunca ha estado. 


Ha salido un churro como una casa porque mi amiga Inspiración se ha ido de vacaciones, sorry. Por cierto, my friend, vuelve pronto que si no me van a tirar tomates, maja! Igualmente, gracias, os quiero!!! :*

martes, 25 de junio de 2013

Como si nada hubiera pasado

Con la mirada vacía remueve la taza de leche con Cola Cao que tiene delante suyo. Su madre ha vuelto a las andadas y ha retomado la terapia esa tan extraña, por lo que va por toda la casa trajinando sin descanso. Liz se termina el desayuno y le dice a su madre a voz en grito que se va a dar una vuelta. En la calle, una brisa fresca, típica de su ciudad, la envuelve y la reconforta. Inspira lentamente y comienza a caminar, sin una meta fija. Pasa por delante de la panadería, la frutería, multitud de tiendas de ropa chinas... Al final, opta por pasarse por su librería y comprarse "El bosque de los corazones dormidos" de Esther Sanz. La sinopsis le llamó mucho la atención, ya que la protagonista de la novela también había perdido a un ser amado y ahora se encontraba desamparada, igual que ella. Cuando llega a casa y le cuenta ha su madre lo que ha hecho, esta se esboza una sonrisa enorme, exagerada, por lo que Liz se da cuenta de que está fingiendo. Pasa toda la mañana y gran parte de la tarde sumergida en la historia de Clara, con la que se siente extrañamente identificada, puesto que lo único que tienen en común sus vidas es que han perdido a alguien importante para ellas. Entonces, suena el teléfono y Liz contesta a la llamada desde su habitación.
-¿Diga?
-Buenas tardes, ¿la señora Knightly?-pregunta una voz de hombre, parece contento.
-Sí, es mi madre. Yo le pasaré el recado, ahora no está en casa.
-Oh, muy bien. Entonces dígale que ha sido admitida en el puesto de trabajo que solicitó como guía en el Museo del Prado de Madrid. Pueden venir a partir del uno de julio.
-¿Cómo? Pero...oh...eh...De acuerdo, ya le diré que llame ella cuando vuelva y así usted se lo explica todo.-Liz no puede creerse lo que acaba de escuchar. ¡Irá a vivir a Madrid! Ella y sus padres siempre han vivido en Santa Coloma, cerca de Barcelona, aunque toda su familia sea de Londres. Cataluña es su tierra y le da pena marcharse, pero que cree que será una experiencia interesante. Así, además, tendrá muchas cosas en la cabeza y estará más ocupada.
-De acuerdo, esperaremos su llamada- el señor simpático cuelga y en ese momento su madre abre la puerta del recibidor.
-Cariño, ya estoy aquí. ¿Te puedes creer lo que me ha hecho una vieja en el súper? Estaba yo...- su madre se detiene al ver a Liz trotando por las escaleras con una sonrisa- ¿Qué ocurre?
-Mamá, me parece que a partir de ahora te tendrás que poner en serio con los idiomas. Han llamado de el Prado.
-¿Que han llamado de dónde?Oh, Dios mío... -se aclara la garganta y pulsa el botón de rellamada del teléfono que le tiende Liz.
Después de un cuarto de hora hablando, su madre entra en la habitación de Liz y le dice:
-Bueno, nos vamos a los madriles. Ya te estás aprendiendo la guía de la ciudad de memoria, que no quiero que parezcas una inculta.
-Claro, madre, ahora mismo me pongo a ello- replica Liz, con una reverencia.- Mamá, oye...
-Lo sé, cielo, lo sé. Pero a papá le hubiera dado un ataque de los suyos si yo rechazara la oferta. Además, un cambio de aires nos vendrá genial, ya lo verás. Será un verano entretenido, y lo pasaremos bien por él, ¿vale?
-Sí, lo haremos por papá. Pero no quiero seguir como si nada hubiera pasado. Tengo la mala sensación de que si nos vamos a Madrid es para huir de lo que ha ocurrido, para olvidarle. Y no quiero-Liz traga saliva para deshacer el nudo que se le ha formado en la garganta.Su madre coloca las manos sobre sus hombros y la obliga a mirarla a los ojos.
-Eso no es así, Liz. Nunca, jamás, olvidaremos a papá, ¿me oyes? Y lo que estamos haciendo no es huir, es rehacer nuestra vida, para no hundirnos, para encontrar la manera de avanzar sin él.


Amorsitosss!!! Besos para todos!!! :*

lunes, 24 de junio de 2013

"¿He dicho que odio las despedidas?"

La luz del sol matutino se cuela entre las rendijas de la persiana de la habitación de Liz. Se levanta de la cama con el cabello enmarañado por la pesadilla que ha tenido y se dirige al baño para darse una ducha. Las imágenes espantosas se suceden una y otra vez en su mente: la cara extrañamente distorsionada del asesino de su padre a dos centímetros de su rostro, su mano presionando su garganta, su aliento vomitivo rociándole la cara. Sacude la cabeza para alejar la pesadilla y deja que el agua repte por su cuerpo, relajándola poco a poco. Media hora después ya está arreglada, con un vestido negro vaporoso que le llega por debajo de las rodillas. Después de desayunar, Liz y su madre van en coche hasta el cementerio, donde ya se ha congregado multitud de gente: familiares y amigos que vienen a arroparlos, a decirles que están allí para lo que necesiten. Liz y su madre entran en el tanatorio agarradas firmemente de la mano, ayudándose mutuamente a no caer de rodillas delante de todo el mundo. Cuando llega la hora de entrar a ver por última vez a su padre, Liz siente que todo su interior se encoge, el pánico y el dolor no la dejan reaccionar, sus piernas no responden. Le tiembla todo el cuerpo y el corazón le martillea en el pecho rápidamente, como un caballo desbocado. Un sudor frío crea una capa sobre su piel y la habitación comienza a dar vueltas, hasta que mareada a más no poder, se sujeta al marco de una puerta, aunque sin éxito, y cae al suelo mientras su tío y su prima amortiguan la caída agarrándola por los brazos. El dolor detrás de sus ojos la avisa de que debe dejar que las lágrimas salgan al exterior, y eso es lo que hace. Las gotas saladas tanto tiempo contenidas se dirigen sin orden ni concierto mejillas abajo, dejando un rastro mojado por todo su rostro y continuando cuello abajo. Luego llegan los sollozos, esos sollozos desgarradores que parten el alma hasta al ser más insensible. Sus hombros se sacuden con fuertes espasmos, mientras golpea el suelo con los puños, liberando el dolor, la rabia, la pena, todos esos sentimientos que la están aprisionando. Su madre llega y la abraza, susurrando delicadamente en su oído, pero Liz sigue llorando sin parar. A su madre se le viene el mundo abajo: es difícil soportar la pérdida de alguien amado, pero ver a tu hija sufrir de esa manera le parte el corazón, o lo que queda de él. Después de unos minutos, Liz consigue calmarse medianamente y ponerse de pie. Se acerca a la puerta donde está el cuerpo de su padre pero el miedo es más fuerte que el dolor y se despide de él desde el umbral de la puerta, lanzando un beso sonoro al aire en su dirección y mentalmente pronunciando las palabras "Te quiero, eres el mejor. No te merecías esto. Hasta siempre, papá".
El calor del verano hace que gotas de sudor le resbalen espalda abajo mientras camina por el sendero del cementerio, en dirección a la futura tumba de su padre. Su madre dará el discurso de despedida, petición expresa de su padre. Colocan el féretro en el hoyo mientras Liz siente que se le cae el alma a los pies, simplemente aún no concibe la idea de no volver a ver a su padre nunca más. Es... surrealista. Su madre se encamina hacia la parte delantera y Liz se fija en que no lleva ningún papel en la mano, lo que significa que improvisará. A Liz ese detalle le arranca una sonrisa, ya que su padre odiaba tenerlo todo planificado, le gustaba la aventura, las sorpresas. Su madre se aclara la garganta y empieza:
-Este será un discurso breve, porque no quiero alargar más este momento. Quiero explicar una anécdota que nos ocurrió a Ryan y a mí cuando estábamos saliendo como novios. Estábamos en un parque muy feo y soso, y muchos niños correteando a nuestro alrededor nos molestaban. Uno de ellos se chocó conmigo y se me cayó el helado al suelo. El crío se rio y siguió corriendo. Yo me cabreé como una estúpida y solté la mayor idiotez que he dicho en toda mi vida: no pienso tener hijos. -su madre se ríe, pero Liz puede ver en sus ojos como la melancolía y el dolor se van haciendo cada vez más grandes.-Entonces, él cogió mi mano y me llevó hasta ese niño y le dijo muy suavemente que se tenía que disculpar conmigo. El niño sonrió ante la delicadeza de Ryan y me pidió perdón. A mi se me escapó una sonrisa boba al ver la mano que él tenía con los niños. Y entonces me miró a los ojos y me dijo: "Eres tonta, algún día te arrepentirás profundamente de haber dicho que no quieres hijos. Quedas advertida."-lágrimas silenciosas y arrolladoras surcan las mejillas de la madre de Liz.- Tenía razón, me arrepiento mucho de haberlo dicho. Liz, cariño, papá sabía que algún día una bonita niña de ojos simpáticos nos haría muy felices. Ryan, te amo. Esto no es un adiós, es un hasta pronto.
Todos los presentes lloran, unos ruidosamente como la abuela de Liz, y otros en silencio con los ojos negados de lágrimas sin dejarlas escapar, como su tío. Pero Liz no llora, está en un estado catatónico y apenas ha escuchado el discurso de su madre. Lo único en lo que piensa es en volver a casa, esconderse bajo las sábanas y llorar hasta quedarse sin lágrimas. Después de enterrar el ataúd, su prima coge a Liz del brazo y la conduce hasta el coche. Le da un largo y significativo abrazo, diciéndole sin palabras que el dolor es compartido y que siempre tendrá un hombro sobre el que llorar. Antes de cerrar la puerta, su prima le dice, con una sonrisa triste:
-¿He dicho que odio las despedidas?
-Sí, prima, me lo dices siempre.- es una frase que siempre usan cuando se quieren decir "te quiero", su propio idioma, incomprensible para el resto del mundo.

Os looooveee!!! <3

domingo, 23 de junio de 2013

No mirar atrás es complicado

Ya hace dos semanas que el padre de Liz murió y, aunque ambas son muy fuertes, la casa está demasiado extraña sin su presencia. Cuando Liz cruza el pasillo, las paredes se le vienen encima, como losas, aplastándola. En otras ocasiones, le sucede totalmente lo contrario: siente la casa enorme, como una mansión en la que te puedes perder, un laberinto retorcido que no lleva a ninguna parte. Son tantas las sensaciones que experimenta debido a la ausencia de su padre, que varias veces al día se pregunta si no se estará volviendo loca. Su madre ha iniciado una especie de terapia que consiste en hacer muchas cosas, no pararse a pensar, ni descansar, mantener la mente ocupada para mantener la tristeza a raya, escondida en los recovecos de su corazón. Pero Liz no puede estar en casa. Necesita salir pero no se atreve a dejar a su madre sola, no porque tema que pueda hacer alguna estupidez, sino porque siente que aunque no se hablen mucho, su madre la necesita a su lado. Un día nublado de lunes, después de desayunar, su madre se le acerca:
-Cielo, te he estado observando y creo que no es bueno que estés tanto en casa. Es verano, ¡tienes que salir!
-Mamá, ¿con quién quieres que salga si todos mis amigos, y no es que tenga muchos, se han ido de vacaciones?¿Voy yo sola a la playa? Para eso me quedo en casa, haciéndote compañía.-Liz siente que va a empezar una discusión, y eso es lo último que quiere para su madre.
-Ya lo sé, cariño. Yo estoy bien en casa, hago muchas cosas y no pienso en nada, ya te lo dije. Podrías ir... no sé, a dar la vuelta a la manzana, aunque sea. Tiene que darte un poco el aire.-su madre sigue insistiendo.
-Ya me da el aire, cuando salgo al balcón- replica Liz, testaruda.
-Hablo en serio. Ahora mismo te vistes, sales al parque y te compras un helado. Es una orden de madre.-Liz sonríe al ver a su madre tan empecinada, cuando el año pasado se quejaba de que solo pasaba por casa para dormir.
Siguiendo "la orden de madre", Liz sale a la calle. El sol cálido pero suave calienta sus mejillas y sus brazos, envolviéndola delicadamente en un abrazo reconfortante. Su madre tenía razón, como siempre. Se encamina hacia el Olimpo, el parque más cercano y para en el quiosco para comprarse un Magnum Almendrado. El frescor del helado enfría su lengua y su garganta, y cierra los ojos imaginándose que está en la playa de su pueblo y acaba de comprar ese mismo helado en el chiringuito. Abre los ojos y se sienta en un banco, saboreando la nata lentamente. En ese momento, un pensamiento devastador presiona su corazón: mañana es el entierro. Se realiza más tarde porque el cuerpo está en manos de la policía, ya que fue un accidente de tráfico y han estado investigando el caso. El veredicto del juez fue que el acusado debe estar 7 años en la cárcel por homicidio, pero eso a Liz le da igual. Aunque ese cabrón se pasase el resto de su vida entre rejas, nadie le devolverá a su padre.
Su abuelo siempre le decía cuando era pequeña, que por muchas cosas raras o malas que le pasaran, siempre tenía que encontrar algo a lo que agarrarse, algo que le diera fuerzas para seguir adelante. Liz ríe cuando recuerda eso, porque él se lo dijo cuando perdió su osito de peluche favorito, y ahora está aplicando ese consejo para superar la muerte de su padre. Eso a lo que se agarra con uñas y dientes es su madre, y la felicidad de esta. Está segura que dentro de unos años, su madre conocerá a otro hombre que la hará muy feliz, que la ayudará a que el dolor remita poco a poco, y ella lo apoyará, porque por encima de todo está la felicidad de su madre. Aunque para ello, las dos deberán dejar de mirar atrás y guardar el pasado en cajas de cartón dentro de la memoria. Pero no mirar atrás es complicado.


Kisses for everyone!!!! :* Love you!

sábado, 22 de junio de 2013

El dolor no se apaga, se esconde

Tumbada en su cama, llora inconsolable, una manera de expulsar una pequeña parte de su tristeza. Con la cara hundida en la almohada para ahogar el llanto, Liz se desahoga entre sollozos desgarradores, capaces de hacer que su madre, en la planta de abajo, comience a llorar también. El dolor es bueno compartirlo, pero no de ese modo. Cada una en su habitación, recordando los tiempos en los que él aún seguía allí con ellas, haciéndolas enfadar y reír, consiguiendo arrancarles una sonrisa por lo menos una vez al día. Pero a partir de ahora, todo eso no volverá a suceder.
Dicen que el destino ya está escrito, que no hay nada, absolutamente nada, que pueda cambiarlo. Pero Liz no cree que sea así. Lo que le ocurrió a su padre no era cosa del destino, era culpa de un maldito borracho que cogió el coche sin ni siquiera saber donde estaba el cambio de marchas. Ese coche se llevó por delante a su padre, sin haber tenido tiempo de despedirse, de decirse te quiero, de darse un beso o un abrazo. Ahora lo único que le queda de él son recuerdos, ropa recién lavada, ropa sucia que huele a tu loción de afeitar, una urna de cenizas bien colocada en una estantería del comedor y ese dolor que nunca se va a marchar. Cuando algo así sucede, piensas que no podrás vivir, nadie te conseguirá hacer reír nunca más. Pero no es así. Lo único que ocurre es que aprendes a vivir con el constante pinchazo de añoranza en tu interior, haciéndole caso omiso y dejando que siga allí martilleando tu corazón. Además, Liz está segura de que a su padre no le gustaría verla así, tirada de cualquier manera en la cama empapada de lágrimas. Su padre era un hombre inteligente y, aunque seguramente sabía que su familia no se iba a recuperar pronto de ese golpe, tenía la certeza de que lograrían volver a levantar cabeza. Liz va a seguir adelante, y levantará a su madre de ese pozo negro de tristeza en el que se ha sumergido. Y lo hará por él. Por que se lo debe.
Liz se levanta y se dirige hacia el lavabo para echarse agua fresca en la cara, para borrar las marcas de pequeños riachuelos que las lágrimas le han dejado en las mejillas. Cuando los ojos se le notan menos rojizos, respira hondo y se encamina hacia el cuarto de su madre, con miedo de que lo que vea allí dentro la hunda aún más. Abre despacito la puerta y se encuentra a su madre tumbada en la cama. Lleva el pelo revuelto y el rímel le marca los pómulos dejando un rastro detrás de las gotas del llanto. Liz sabe que sus padres se amaban muchísimo, en realidad aún se aman, pues su madre no dejará de quererlo. Liz se acerca con cautela y se sienta al lado de su madre, limpiándole los churretones de la cara. Sin decir una palabra, su madre levanta la mano y le acaricia la mejilla, un gesto tan típico de su padre que a Liz se le hace un nudo en la garganta y los ojos se le niegan de lágrimas.
-¿Ya has terminado de llorar por hoy, cariño?- a su madre el llanto también le enturbia la vista
-No- consigue contestar Liz, antes de que el nudo en su cuello explote y las lágrimas sigan su camino hacia abajo.
Madre e hija se abrazan y lloran juntas, repitiéndose a sí mismas que nada volverá a ser como antes, pero que por el amor que sienten, y sentirán siempre, hacia su padre, deben esconder el dolor. Aunque no apagarlo, porque eso es imposible.


Disculpad este trozo en catalán, pero va para la memoria de mi abuelo, lo siento:
Ahir va fer un any sense tu, et trobem a faltar. Espero que allá dalt, o on sigui que estiguis, et trobis molt millor. Vaig anar a la piscina de final de curs, espero que te n'alegris de que no em vaig passar tot el dia plorant com una magdalena. Et trobo a faltar als partits de l'Espanyol a Cornellà, no és el mateix sense tu posant a parir ela àrbitres. L'Emma també et troba molt a faltar, i els teus fills i la meva mare també. Perdona l'àvia que no se'n recorda de tu, però ja saps que la seva malaltia no s'ho permet. Igualment, estic segura de que no t'oblida, Cap de nosaltres ho fem. També penso que la Duni també et troba a faltar.
T'estimo molt avi, sempre <3

Vuelvo a pedir disculpas, pero es que con él hablaba en catalán.
Gracias por leerme, se os quiere :*