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sábado, 21 de septiembre de 2013
Explosiones de color
Cuando era pequeña le daban miedo los fuegos artificiales. Oía el horrible estruendo desde su casa, escondida bajo una manta en su cama. Esas fuertes explosiones ruidosas en el cielo nunca le parecieron bonitas. Por muchos colores y formas curiosas que tuvieran, ella lo único que percibía era el estallido monstruoso de la pólvora reaccionando ante la mecha. Lo pasaba muy mal, lloraba y gritaba, se tapaba los oídos con las manos, pero no funcionaba. Parecía que las explosiones tuvieran lugar dentro de su cabeza. Entonces, algo sucedió. Un terrible accidente volvió su vida patas arriba, la obligó a cambiar. Tuvo que adaptarse a su nuevo modo de vida, a sus limitaciones. Nunca más volvería a escuchar las notas que fluían de las teclas de su piano; ni el dulce piar de los pájaros; los molestos sonidos de las excavadoras y los taladros de las obras; el constante ruido de las ruedas de los coches contra el asfalto de la carretera; las voces de aquellos a los que quería, y la suya propia. Sus oídos ya no funcionaban y ella sentía que le faltaba algo, una parte de ella se había ido junto con su capacidad de oír. En unas fiestas de un pueblo cercano hicieron fuegos artificiales y fue a verlos. Ya no tenía miedo, los horrorosos estallidos ya no podían molestarla. Se sentó en el césped y levantó la cabeza, con la mirada puesta en las palmeras de colores que iluminaban la noche. Formas preciosas y brillantes parpadeaban y explotaban delante de sus ojos, haciendo dibujos sobre el fondo negro. Se fijó en que había niños pequeños que se tapaban las orejas pero miraban al cielo maravillados, con los ojos brillantes y felices. Sintió mucha nostalgia, ella nunca podría volver a taparse las orejas, ya no le hacía falta. Y descubrió que, incluso las cosas que más odias y más temes, acaban volviéndose parte de ti, y las echas de menos cuando desaparecen.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Nacieron nuevas historias
El calor de la taza quema suavemente sus manos y el chocolate deja un gusto amargo y delicioso en su boca. Emily bebe sin prisa su pedido, disfrutando lentamente de ese pequeño capricho. El chico que la ha atendido está hablando amigablemente con un hombre calvo y rechoncho que acaba de entrar. Emily observa al camarero con atención (podría decirse que se lo está comiendo con los ojos, prácticamente) y descubre que no es un chico muy alto, probablemente la misma altura que la propia Em. Sacude la cabeza y piensa que es una estupidez, el chaval no ha mostrado ningún interés en ella. Además, a ella le gustan los chicos altos, aunque este tenga unos ojos preciosos y un rostro digno de un Dios. Se termina su chocolate y pide la cuenta con voz débil: se ha bebido muy rápido el chocolate y le duele la garganta. Él le mira divertido y le dice, con una sonrisa casi imperceptible pero burlona: "Me parece que no te ha servido de nada abrasarte la garganta, sigue lloviendo bastante." Em le mira con cara de pocos amigos y se sienta en una mesita justo al lado de la puerta del local, para ver la lluvia cayendo y creando pequeños riachuelos en la calzada. Entonces, de repente el cielo se ilumina con un brillo plateado y segundos después un fuerte sonido irrumpe en el aire. Genial, tormenta de las fuertes, estaré aquí sentada toda la tarde, piensa Emily enfadada. Urga en su monedero y descubre que tiene aun le queda dinero para comprar un bocadillo. Pide uno de pepino y jamón y comienza a engullirlo, mientras en el cielo londinense se libra una batalla de relámpagos, truenos, lluvia y un sol escondido por las nubes grises.
Cuando el bocadillo ha desaparecido, Emily entra en su blog a través del móvil. Su mejor amiga ya le ha comentado, qué extraño. Mientras lee el comentario se le dibuja una boba sonrisa, siempre le pasa cuando alguien le dice algo a través de su querido blog, se siente muy afortunada de que alguien lea sus historias. Al ver la cara de Em, el camarero se le acerca estudiándole el rostro y pregunta con su singular sonrisa: "¿El novio te ha enviado un mensaje cursi?" Em se gira, le mira a los ojos y le contesta con voz divertida: "No, no tengo novio. Mi amiga me ha comentado en mi blog y me he puesto contenta." Ante la sinceridad de la respuesta, el chico se queda un poco sorprendido pero se repone rápidamente, con una mirada curiosa en sus ojos de esmeralda: "¿Tienes un blog? ¿De qué?" Emily siente que el corazón da un salto estúpido en su pecho y empieza a hablarle sobre su blog con voz nerviosa y dubitativa. Él asiente y pregunta de vez en cuando, todo con una sonrisa sincera, de las de verdad, de esas que brotan cuando hablas sobre algo que te apasiona. Al final resultó que a él también le encantaba leer pero que escribir se le daba fatal. Emily rio y dijo que eso no podía ser verdad, todo lector tiene una forma especial de comunicar sus pensamientos y esa forma es escribir. Él le pidió leer algunas de sus entradas y al terminar le dijo algo que nunca nadie le había dicho: "Reconozco expresiones literarias de otros escritores. Es como si hubieras cogido todos los estilos y frases de tus escritores favoritos y los hubieras juntado al escribir tu historia. Esta manera de expresar que la chica se siente una mierda me suena muchísimo de Maggie Stiefvater, ¿me equivoco?" Em estaba asombrada y asintió repetidamente, incapaz de hablar. Momentos después, ella le propuso de hacer una historia los dos juntos, sin siquiera darse cuenta. Él, vaciló un instante, pero luego aceptó el reto. Fue a por su portátil en la parte trasera del local y se sentó al lado de Em, más juntos esta vez. Y así, entre risas y más chocolate caliente; entre lluvia, truenos y rayos; entre una libreta y ideas en mente; entre la pantalla del ordenador y las teclas; nació una nueva historia. O bueno, quizá dos.
Cuando el bocadillo ha desaparecido, Emily entra en su blog a través del móvil. Su mejor amiga ya le ha comentado, qué extraño. Mientras lee el comentario se le dibuja una boba sonrisa, siempre le pasa cuando alguien le dice algo a través de su querido blog, se siente muy afortunada de que alguien lea sus historias. Al ver la cara de Em, el camarero se le acerca estudiándole el rostro y pregunta con su singular sonrisa: "¿El novio te ha enviado un mensaje cursi?" Em se gira, le mira a los ojos y le contesta con voz divertida: "No, no tengo novio. Mi amiga me ha comentado en mi blog y me he puesto contenta." Ante la sinceridad de la respuesta, el chico se queda un poco sorprendido pero se repone rápidamente, con una mirada curiosa en sus ojos de esmeralda: "¿Tienes un blog? ¿De qué?" Emily siente que el corazón da un salto estúpido en su pecho y empieza a hablarle sobre su blog con voz nerviosa y dubitativa. Él asiente y pregunta de vez en cuando, todo con una sonrisa sincera, de las de verdad, de esas que brotan cuando hablas sobre algo que te apasiona. Al final resultó que a él también le encantaba leer pero que escribir se le daba fatal. Emily rio y dijo que eso no podía ser verdad, todo lector tiene una forma especial de comunicar sus pensamientos y esa forma es escribir. Él le pidió leer algunas de sus entradas y al terminar le dijo algo que nunca nadie le había dicho: "Reconozco expresiones literarias de otros escritores. Es como si hubieras cogido todos los estilos y frases de tus escritores favoritos y los hubieras juntado al escribir tu historia. Esta manera de expresar que la chica se siente una mierda me suena muchísimo de Maggie Stiefvater, ¿me equivoco?" Em estaba asombrada y asintió repetidamente, incapaz de hablar. Momentos después, ella le propuso de hacer una historia los dos juntos, sin siquiera darse cuenta. Él, vaciló un instante, pero luego aceptó el reto. Fue a por su portátil en la parte trasera del local y se sentó al lado de Em, más juntos esta vez. Y así, entre risas y más chocolate caliente; entre lluvia, truenos y rayos; entre una libreta y ideas en mente; entre la pantalla del ordenador y las teclas; nació una nueva historia. O bueno, quizá dos.
sábado, 31 de agosto de 2013
Chocolate caliente bajo la lluvia
Cada vez que Emily clica el botón de "Publicar" siente como el aliento que ha estado conteniendo inconscientemente escapa. Escribir la relaja pero dar a conocer al mundo sus pensamientos la abruma un poco, siente que muestra su alma en cada relato que escribe. Em se levanta de la silla, camina hacia la ventana y mira al exterior, donde una fina cortina de lluvia sigue cayendo. Sospesa las opciones que tiene: leer con un buen capuccino caliente o salir a pasear. Se decanta por la segunda, aún está convaleciente del último libro que leyó. Se abriga con una gabardina impermeable y se calza las botas de agua, y paraguas en mano sale a la calle.
Decide no ir a ninguna parte en concreto, deja que la guíen sus pies. Respira hondo para inhalar ese aroma a lluvia, tierra mojada y el olor de la primavera. Sus botas chapotean levemente mientras avanza, al mismo tiempo que la lluvia se hace cada vez más fuerte e insistente. Se protege de la súbita tormenta debajo de un balcón y observa divertida como la gente comienza a correr de un lado a otro, como hormigas asustadas. Un cuarto de hora más tarde, la lluvia se ha calmado un poco y Em decide continuar su paseo. Cuando intenta abrir el paraguas, éste no funciona. "Ya tardaba en estropearse, debería haber cogido el otro." piensa mientras recorre la calle con la mirada en busca de una cafetería. Encuentra un pequeño local vintage y se dirige corriendo hacia allí, con los hombros encogidos, aunque eso no evita que las gotas le mojen la cara y el cabello. Al entrar en la cafetería, el olor del chocolate caliente la envuelve dulcemente y se dirige a un taburete de la barra para pedir una taza. De la cortina que sustituye la puerta del almacén, sale un chico joven y, aunque Emily no lo reconocería jamás, bastante atractivo. El pelo corto y negro azabache resalta muchísimo sus ojos verdes, los más verdes que Em ha visto nunca. Cuando esa mirada interrogativa se posa en el rostro de Em, ella se sonroja. "Vaya pintas que llevo, mojada y con el pelo enredado. Menos mal que no me he maquillado." Carraspea suavemente y pide la taza de chocolate caliente. Él asiente y, sin decir palabra, se da media vuelta y trastea con habilidad la máquina de detrás. Ella mira embobada como sus manos expertas preparan su chocolate y piensa cómo es posible que nunca se le ocurriera entrar en este local tan acogedor. Un pitido la saca de sus pensamientos. Su pedido está listo.
Decide no ir a ninguna parte en concreto, deja que la guíen sus pies. Respira hondo para inhalar ese aroma a lluvia, tierra mojada y el olor de la primavera. Sus botas chapotean levemente mientras avanza, al mismo tiempo que la lluvia se hace cada vez más fuerte e insistente. Se protege de la súbita tormenta debajo de un balcón y observa divertida como la gente comienza a correr de un lado a otro, como hormigas asustadas. Un cuarto de hora más tarde, la lluvia se ha calmado un poco y Em decide continuar su paseo. Cuando intenta abrir el paraguas, éste no funciona. "Ya tardaba en estropearse, debería haber cogido el otro." piensa mientras recorre la calle con la mirada en busca de una cafetería. Encuentra un pequeño local vintage y se dirige corriendo hacia allí, con los hombros encogidos, aunque eso no evita que las gotas le mojen la cara y el cabello. Al entrar en la cafetería, el olor del chocolate caliente la envuelve dulcemente y se dirige a un taburete de la barra para pedir una taza. De la cortina que sustituye la puerta del almacén, sale un chico joven y, aunque Emily no lo reconocería jamás, bastante atractivo. El pelo corto y negro azabache resalta muchísimo sus ojos verdes, los más verdes que Em ha visto nunca. Cuando esa mirada interrogativa se posa en el rostro de Em, ella se sonroja. "Vaya pintas que llevo, mojada y con el pelo enredado. Menos mal que no me he maquillado." Carraspea suavemente y pide la taza de chocolate caliente. Él asiente y, sin decir palabra, se da media vuelta y trastea con habilidad la máquina de detrás. Ella mira embobada como sus manos expertas preparan su chocolate y piensa cómo es posible que nunca se le ocurriera entrar en este local tan acogedor. Un pitido la saca de sus pensamientos. Su pedido está listo.
domingo, 25 de agosto de 2013
Relato dentro de un relato
La lluvia repiquetea contra el suelo adoquinado de las calles de Londres. El cielo de aspecto gris y apagado podría bajarle el ánimo a cualquiera, es algo bastante deprimente, pero no a Emily. Los días de lluvia son sus favoritos, le encanta sentir como el aire se limpia y el ambiente se refresca, aunque sea a costa de no ver el sol la mayor parte de los días. Pero a Em no le importa. Ese golpeteo débil y constante de las gotitas de agua contra el pavimento de la carretera, el relajante sonido de las mismas contra el cristal de su ventana, mientras en su cabeza imágenes e ideas comienzan a cobrar vida. Sí, la lluvia la inspira, y mientras la gente de la calle saca el paraguas, los dedos de Em se deslizan veloces sobre el teclado del ordenador, transportando sus fantasías hacia la pantalla.
<<Un bosque, en otoño, la época del año en la que ver un paisaje natural es sinónimo de contemplar la cosa más bella del mundo. Los tonos anaranjados, amarillentos, marrones, rojos, verdes oscuros... todos combinados de una forma tan perfecta que da la sensación de que tus ojos pueden comenzar a soltar lágrimas de lo hermoso que es. Ella camina entre los troncos de los árboles, como se camina entre las columnas de una bonita catedral gótica. Sus pies pisan las hojas que inundan el suelo, haciéndolas crujir en un sonido agradable. Oye los pájaros por encima de su cabeza, entonando una dulce melodía, de vez en cuando alzan el vuelo y sobresaltan a Ella, haciéndole dar un brinco. Cualquier chica tendría miedo de ir por el bosque sola, en medio de la nada. Pero Ella no, le gusta la soledad, perderse por cualquier lugar y soñar despierta.>>
"Ella se parece un poco a mí" piensa Emily después de comprobar su corto relato. "A mí también me gusta algo que la mayoría de la gente odia: yo, la lluvia; Ella, la soledad". Revisa otra vez las faltas de ortografía y publica su pequeña y personal historia en su desconocido y especial blog.
<<Un bosque, en otoño, la época del año en la que ver un paisaje natural es sinónimo de contemplar la cosa más bella del mundo. Los tonos anaranjados, amarillentos, marrones, rojos, verdes oscuros... todos combinados de una forma tan perfecta que da la sensación de que tus ojos pueden comenzar a soltar lágrimas de lo hermoso que es. Ella camina entre los troncos de los árboles, como se camina entre las columnas de una bonita catedral gótica. Sus pies pisan las hojas que inundan el suelo, haciéndolas crujir en un sonido agradable. Oye los pájaros por encima de su cabeza, entonando una dulce melodía, de vez en cuando alzan el vuelo y sobresaltan a Ella, haciéndole dar un brinco. Cualquier chica tendría miedo de ir por el bosque sola, en medio de la nada. Pero Ella no, le gusta la soledad, perderse por cualquier lugar y soñar despierta.>>
"Ella se parece un poco a mí" piensa Emily después de comprobar su corto relato. "A mí también me gusta algo que la mayoría de la gente odia: yo, la lluvia; Ella, la soledad". Revisa otra vez las faltas de ortografía y publica su pequeña y personal historia en su desconocido y especial blog.
viernes, 16 de agosto de 2013
Recuerdo latente
Todo lo que habían vivido y soñado juntos se desplomó de golpe hacia un abismo, dejándolos desamparados y perdidos. Ellos eran fuertes y el amor que compartían puede que también, pero la relación se fue marchitando poco a poco y ambos sentían que no tenía ningún sentido continuar con aquello, aunque en el fondo sabían que les rompería el alma en mil pedazos. El recuerdo de lo que tuvieron sigue latente bajo su piel, las cenizas aún arden, sus recuerdos les torturan cada vez que cierran los ojos e intentan dormir, su mente les conduce hacia el otro sin que su sentido común pueda evitarlo. Pero hay algo que les dice que es mejor dejarlo estar, ignorar el dolor y el vacío para que algún día desaparezca, saben que si volvieran a intentarlo volvería a salir mal. Cuando estaban juntos compartían un pequeño apartamento que pagaba ella, puesto que él estaba en el paro. Él odiaba no ayudarla con el dinero y ella le decía, con la voz llena de sarcasmo, que en realidad ella se encargaba de que no encontrara trabajo para tenerle todo el día en casa haciendo las tareas domésticas. Después le besaba y se abrazaban, él la alzaba en brazos y la tumbaba delicadamente sobre el sofá y... Y si seguían martirizándose de ese modo la herida jamás cicatrizaría. Un día por la mañana, el teléfono de él comenzó a sonar, arrancándolo de las garras del sueño. Era ella. Tragó saliva y contestó:
-¿Alicia?
-¡Hola! ¿Te he despertado? ¡Ay, que pregunta más estúpida, seguro que sí! ¡Perdón!-su voz jovial siempre le hacía sonreír, eso no era bueno.
-Sí, pero no te preocupes. Tenía que levantarme ya, igualmente. En realidad, te doy las gracias.-se llamaban un par de días a la semana, normalmente ella para preguntarle como estaba su madre y otros asuntos triviales. Ninguno de los dos soportaba la idea de quedar como los típicos exnovios que no se hablan y se odian profundamente. Se habían amado demasiado para terminar así, aún se amaban.
-Vale, de nada- su risa cristalina le provocó un dolor sordo en el pecho.- Bueno, te llamaba para decirte que estaré fuera unas dos semanas, ya sabes, negocios y bla bla bla. Mi jefe sigue igual de pirado.
-Oh, ¿te felicito o te compadezco?
-¡Compádeceme! Dios, con lo que odio el avión... ¡A Berlín me tengo que ir! ¡Berlín! ¿Que se me ha perdido a mi en Berlín!- su forma de exagerar y sacarlo todo de quicio era muy divertida, lo adoraba tanto...
-Bueno, no te preocupes. Dos semanas pasarán volando, ya verás. ¿Llamabas para decirme algo más? tengo que ir al hospital con mi madre, hoy me toca a mí.
-Ah sí, es verdad, perdón. También que voy a hacer una excursión al súper y llenar tres carros de la compra enteros. ¿Necesitas algo? ¿Qué te falta?
Aquella pregunta removió algo dentro de él, como el terremoto que provoca el tsunami. Sabía perfectamente que ella se refería a algo de comida, pero no pudo evitar las palabras que escaparon de sus labios, venidas directamente desde lo más profundo de su corazón, un anhelo que deseaba sacar a la luz. Dijo, simplemente:
-Me faltas tú.
domingo, 11 de agosto de 2013
Ego
Todos los días parecían iguales, pasaban lentos y aburridos, como un caracol deslizándose sin prisa. Levantarse, ducharse, desayunar, ir al trabajo, volver, cenar, dormir. Su vida era como una balsa de agua estancada, todo igual, solo que cada día iba a peor, más sucia y podrida. Cualquier mirada o gesto de alguien bastaba para ponerle de mal humor, cualquier palabra le parecía un insulto. Se había vuelto irritable de un modo casi insoportable para la gente de su alrededor, su familia había pasado de estar preocupada a darle la espalda definitivamente, pero él ni se daba cuenta, vivía en su burbuja inalterable. Parecía que alguien había puesto el piloto automático de su camino y no podía desviarse del rumbo (o no quería, no lo sabía ni él mismo). Él había decidido aislarse del mundo, y los demás habían tirado la toalla. Pero nadie sabía su secreto...
<<Debe de haber algo. Algo que me saque de aquí. Una mano que me empuje a la superficie, una voz serena y relajada, que me diga que todo estará bien. Alguien o algo que me abra los ojos y me ayude a ver la realidad y así poder cambiarla. Necesito ayuda, pero no sé a quién recurrir. Quiero pedir socorro a mi familia, pero las únicas palabras que puedo dedicarles son gruñidos malhumorados y malos gestos. Mis amigos estaban ahí hasta hace poco, pero han dejado de intentar sacarme de este pozo al ver que no reclamo su apoyo, al menos exteriormente. Porque lo que siento en mi interior es una guerra entre mi corazón y mi cerebro, una batalla entre lo que estoy sufriendo y lo que mi ego no deja translucir. Necesito a alguien que me escuche, pero no quiero ser escuchado. Necesito a alguien que me sostenga pero no quiero ser sostenido. Necesito alguien que me ayude a caminar pero no quiero seguir adelante. Necesito dejar de sentirme así, pero no quiero dejar de luchar.>>
lunes, 29 de julio de 2013
Solo ella y el mar
Ella pasea por
las calles adoquinadas de ese pequeño pueblo pescador al que lleva yendo en
verano desde que tiene uso de razón. La brisa marina agita sus cabellos y el
olor de mar la relaja completamente. Siempre pensó que sería el sueño de su
vida poder vivir allí, correr las cortinas cada mañana y poder admirar esa
pequeña parte del Mediterráneo de la que está enamorada. Ella siempre ha deseado que en ese lugar le pasasen aventuras dignas de explicar pero nunca le ocurre nada. Es curioso: su sitio favorito y nunca le pasa nada emocionante. De pequeña, soñaba con hacer muchísimas amigas con las que ir a la playa. De mayor, con encontrar algún amor de verano. Ahora con lo que sueña es con disfrutar de verdad de ese pequeño paraíso: salir a correr por el paseo marítimo con su música acompañándola, ir a la playa por la tarde en lugar de por la mañana... En definitiva, romper la rutina que tenía con su familia siempre que iba a este lugar.
Pero hay algo
distinto, ese verano es diferente: ha venido sola. Cogió el coche de su padre y
viajó hasta su apartamento para lo que será una semana en absoluta calma y
soledad. Tenía muchísimas ganas de venir sin compañía, de hacer lo que quisiera
en el lugar más bonito del planeta. Y por fin logró convencer a sus padres de
que ellos se fueran a un hotel y dejaran a su hermana pequeña con los abuelos. “Será
una semana perfecta.” piensa para sí misma. El hecho de que haya venido sola a
todo el mundo le puede resultar extraño, pero es lo que necesita en esos
momentos. A nadie. Solo ella y el mar.
Bueno, aquí voy a hacer una petición. Este micro (pero super micro) relato puede continuarse o dejarse como está. Así que os voy a pedir por favor *me pongo de rodillas* que me comenteis si la continuo o no. Muchas gracias por su colaboración jajajaja
PD: se que me estoy poniendo mu pesá con el tema del mar, pero es que el sitio en el que estoy me inspira. Ruego disculpen las molestias. <3
viernes, 26 de julio de 2013
No tienen por qué ser tristes
Todo el mundo dice que las despedidas son algo triste, o si no todo el mundo, el 95% de la población mundial. Es una escena de lágrimas derramadas y de sentimientos que salen a la luz, de palabras de amor y cariño, de abrazos que duran minutos largos y besos sonoros, de pensamientos alegres que se entremezclan con los tristes y hacen que no sepas qué hacer: si reír o seguir llorando. Las despedidas pueden ocurrir en cualquier lugar: una estación de tren o un aeropuerto, la portería de casa, la puerta del instituto, una plaza o un parque, un aparcamiento... En cualquier caso, siempre hay un nudo en la garganta que te impide hablar y decir todo lo que sientes y que finalmente termina por explotar y acabas derramando lágrimas. Eso ocurre cuando lo único que piensas es que estarás mucho tiempo sin ver a esa persona a la que tanto quieres y que la echarás muchísimo de menos.
Pero yo creo, que eso es lo que piensan las personas que no ven la otra cara de la moneda, las personas a las que la pena las ciega. Si hay una despedida, habrá un reencuentro y eso no es un momento nada triste. Es un instante de felicidad, en el que saltas de alegría y te abalanzas a abrazar a esa persona y la llenas de besos y os regaláis sonrisas exultantes de felicidad. Si vemos las cosas por el lado bueno, encontraremos que los momentos tristes algún día se transformarán en instantes de alegría y eso hace pensar que las despedidas no tienen por qué ser tristes. Depende de cómo veas tú las cosas.
Pero yo creo, que eso es lo que piensan las personas que no ven la otra cara de la moneda, las personas a las que la pena las ciega. Si hay una despedida, habrá un reencuentro y eso no es un momento nada triste. Es un instante de felicidad, en el que saltas de alegría y te abalanzas a abrazar a esa persona y la llenas de besos y os regaláis sonrisas exultantes de felicidad. Si vemos las cosas por el lado bueno, encontraremos que los momentos tristes algún día se transformarán en instantes de alegría y eso hace pensar que las despedidas no tienen por qué ser tristes. Depende de cómo veas tú las cosas.
PD: Bueno, aquí debo dar gracias a Lu porque me ha inspirado en cuanto a los reencuentros (aunque lo nuestro no lo seria, pero bueno). Gracias juapisima! :*
miércoles, 24 de julio de 2013
El mejor lugar
Todos tenemos un lugar en el que somos felices pase lo que pase: puede ser una casa en tu pueblo, una playa pequeña y casi desconocida, tu habitación, un parque en tu ciudad...
Yo tengo el mio propio, un lugar donde cualquier tipo de problema desaparece por arte de magia. Por muy agobiante y duro que sea lo que te preocupa, se olvida, se diluye. Un sitio donde una suave brisa mece tu cabello y te acaricia la cara, te hace sentir en el cielo, flotando entre las nubes. Un sitio donde el agua del mar ejerce de banda sonora de fondo, las olas del océano meciéndose dulcemente y llenando tus oídos de una preciosa melodía. Las risas cantarinas de los escasos niños que juegan en la orilla, que para alguien pueden resultar molestos, pero para mí forman parte del maravilloso espectáculo. El olor a mar, el gusto salado del agua que se queda en tu piel después de darte un baño refrescante. El sol en lo alto del cielo, majestuoso, regalándote sus tentáculos de luz y calor, tostando tu cuerpo suave y delicadamente. El color del agua, absolutamente transparente y cristalina, no necesitas gafas de buceo para observar la belleza de lo que se esconde bajo el mar: los pececillos asustados de los movimientos de tus pies nadando veloces a tu alrededor; las algas verdes y marrones danzando al ritmo de la corriente marina; los cangrejos meneando sus pinzas. Y no solo el precioso paisaje, sino también todos los recuerdos que tengo almacenados en mi memoria y que me golpean cada vez que visito ese lugar: amigos de cuando era pequeña que no he vuelto a ver nunca; cuando iba a cazar cangrejos con mi padre y me ponía triste cuando no encontrábamos ninguno; cuando de pequeña también jugaba a que era una sirena y nadaba como una de ellas; cuando, ya más mayor, cogía mis gafas de bucear y nadaba muy muy lejos, donde había mucha más profundidad y la belleza del fondo marino aumentaba y no sabía donde mirar... Para cualquier persona, mi lugar puede ser una playa corriente y moliente, sin nada especial, o puede que alguien piense que hay playas mucho más bonitas que la mía. Pero para mí no es solo una playa bonita, es el lugar donde conservo los recuerdos más felices de mi vida.
¿Y tú? ¿Cuál es tu mejor lugar?
Yo tengo el mio propio, un lugar donde cualquier tipo de problema desaparece por arte de magia. Por muy agobiante y duro que sea lo que te preocupa, se olvida, se diluye. Un sitio donde una suave brisa mece tu cabello y te acaricia la cara, te hace sentir en el cielo, flotando entre las nubes. Un sitio donde el agua del mar ejerce de banda sonora de fondo, las olas del océano meciéndose dulcemente y llenando tus oídos de una preciosa melodía. Las risas cantarinas de los escasos niños que juegan en la orilla, que para alguien pueden resultar molestos, pero para mí forman parte del maravilloso espectáculo. El olor a mar, el gusto salado del agua que se queda en tu piel después de darte un baño refrescante. El sol en lo alto del cielo, majestuoso, regalándote sus tentáculos de luz y calor, tostando tu cuerpo suave y delicadamente. El color del agua, absolutamente transparente y cristalina, no necesitas gafas de buceo para observar la belleza de lo que se esconde bajo el mar: los pececillos asustados de los movimientos de tus pies nadando veloces a tu alrededor; las algas verdes y marrones danzando al ritmo de la corriente marina; los cangrejos meneando sus pinzas. Y no solo el precioso paisaje, sino también todos los recuerdos que tengo almacenados en mi memoria y que me golpean cada vez que visito ese lugar: amigos de cuando era pequeña que no he vuelto a ver nunca; cuando iba a cazar cangrejos con mi padre y me ponía triste cuando no encontrábamos ninguno; cuando de pequeña también jugaba a que era una sirena y nadaba como una de ellas; cuando, ya más mayor, cogía mis gafas de bucear y nadaba muy muy lejos, donde había mucha más profundidad y la belleza del fondo marino aumentaba y no sabía donde mirar... Para cualquier persona, mi lugar puede ser una playa corriente y moliente, sin nada especial, o puede que alguien piense que hay playas mucho más bonitas que la mía. Pero para mí no es solo una playa bonita, es el lugar donde conservo los recuerdos más felices de mi vida.
¿Y tú? ¿Cuál es tu mejor lugar?
martes, 23 de julio de 2013
Broken Heart
Un corazón roto, es una metáfora, pero ¿puede ser real? El dolor y la pena, sentimientos que la mayoría de las veces te impiden ver el lado bueno de las cosas, que hacen que todo tu mundo se derrumbe y no seas capaz de volver a levantar la cabeza nunca más. Son sentimientos que pueden llegar a hacer que te plantees si quieres continuar viviendo. ¿Pueden el dolor, la pena o la nostalgia romper un corazón, hacer que deje de latir? ¿Pueden esos horribles sentimientos hacer que mueras?
Una vez leí un libro en el que la protagonista presenciaba con sus propios ojos como el amor de su vida se casaba con otra. En ese instante, ella sintió un sonido parecido a un cristal resquebrajarse y su corazón se rompió. Sí, lo sé, es un libro y son historias inventadas. Pero, ¿que hay de todas esas historias reales de animales que mueren de pena porque sus dueños han fallecido? ¿De las personas que caen inconscientes al suelo al enterarse de la muerte de un ser querido?
La expresión "romper el corazón" representa un dolor inexplicable, por cualquier cosa que haya sucedido. Cuando se te corta la respiración y sientes que te han dado un puñetazo muy fuerte en el pecho o el estómago. Yo siempre he pensado que esa sensación es la de nuestro corazón deteniéndose durante una milésima de segundo, encogiéndose ante la tristeza y el dolor de la noticia que has recibido.
Un corazón roto, ese gran desconocido: todo el mundo lo siente y lo sufre, pero nadie puede ver lo que realmente ocurre en tu interior cuando te rompen el corazón, cuando este quiebra en miles de pedacitos.
Una vez leí un libro en el que la protagonista presenciaba con sus propios ojos como el amor de su vida se casaba con otra. En ese instante, ella sintió un sonido parecido a un cristal resquebrajarse y su corazón se rompió. Sí, lo sé, es un libro y son historias inventadas. Pero, ¿que hay de todas esas historias reales de animales que mueren de pena porque sus dueños han fallecido? ¿De las personas que caen inconscientes al suelo al enterarse de la muerte de un ser querido?
La expresión "romper el corazón" representa un dolor inexplicable, por cualquier cosa que haya sucedido. Cuando se te corta la respiración y sientes que te han dado un puñetazo muy fuerte en el pecho o el estómago. Yo siempre he pensado que esa sensación es la de nuestro corazón deteniéndose durante una milésima de segundo, encogiéndose ante la tristeza y el dolor de la noticia que has recibido.
Un corazón roto, ese gran desconocido: todo el mundo lo siente y lo sufre, pero nadie puede ver lo que realmente ocurre en tu interior cuando te rompen el corazón, cuando este quiebra en miles de pedacitos.
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