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viernes, 5 de julio de 2013

Recuerdos para siempre en la memoria

Ha pasado un mes desde que Liz fue a comer pizza con aquellos curiosos y divertidos vecinos. Una semana después de que aquello sucediera, Pablo la interceptó en las escaleras y la invitó a cenar con todos. Liz aceptó encantada, además de aliviada, pensaba que sus caminos no iban a coincidir más. Fue una velada muy divertida, de las mejores que Liz recuerda. A partir de esa noche, empezaron a salir todos juntos, como una pandilla. Ella los acompañó numerosas veces a sus actuaciones y animaba como la que más. Sentía que no podría haberle pasado nada mejor, esos chicos fueron su válvula de escape, su refugio ante el dolor que había sufrido. Hoy, como todas las mañanas, Liz sube a llevarles churros con chocolate para desayunar, pero encuentra una nota pegada a la puerta del ático: "Nos han pillado, peque. Hemos tenido que marcharnos antes de que la policía y los de administración vinieran a buscarnos. Tendremos que pasar una temporadita alejados por si tienen intención de buscarnos. Te echaremos de menos, aunque si nos preguntas a alguno de nosotros negaremos haberlo reconocido. Tienes una sorpresa dentro (busca bien, está escondida). La llave está bajo el felpudo. Hasta pronto, enana, te queremos." Liz no puede creerlo, se han ido. No, les han echado. Liz sabía que tarde o temprano terminaría sucediendo, lo que no imaginó es que le doliera tanto. Al leer la nota, ha sentido como si alguien le hubiera asestado un puñetazo en el estómago. Ella también les echará de menos, demasiado. Coge la llave y abre la puerta. Todo está ordenado y limpio como si fuera un piso nuevo, esperando ser comprado. Liz empieza a pensar qué puede ser esa sorpresa pero no se le ocurre nada. Comienza a buscar por todo el piso y al detenerse frente al gran ventanal, descubre una fotografía tamaño Din A4. Se trata de una imagen de las vistas que ofrece el ático, una panorámica preciosa de Madrid. En una esquina inferior de la hoja, está escrito con una curiosa letra: "Porque sabemos lo mucho que te gustaban las vistas. Nosotros tenemos otra." Lágrimas de emoción y tristeza amarga amenazan con escapar de los ojos de Liz, pero las mantiene a raya. Se pasea por el piso recordando tantos momentos vividos allí: peleas de cojines en el sofá (todos contra ella), cocinar pasteles con Pablo, clases de baile con Óscar, Marco, César y Bruno, piques en cualquier lado de la casa, en los que siempre ganaba ella, con Lucas, desafíos y retos en los que siempre perdía con Draco y Jack... Recuerdos que siempre quedarán en su memoria, pase lo que pase. "La esperanza es lo último que se pierde" y Liz está absolutamente decidida a seguir ese dicho al pie de la letra. Siempre mantendrá la esperanza de volverse a cruzar en la vida de los Tänzer.
Una vez pensó que el destino no existía, que era una pantomima para dar justificación a echos que no la tienen. Se equivocaba, porque ahora lo único que desea es que el destino se ponga de su parte y le devuelva a esos chicos que tanto la han ayudado sin ni siquiera pretenderlo. Ellos han sido capaces de hacer que Liz siguiera adelante, algo que por su propia cuenta ella nunca habría logrado hacer. Todo eso sin saber nunca que el padre de Liz falleció y ellos eran justo lo que ella necesitaba, justo en ese momento.

Pues ya está, sé que el final ha quedado demasiado brusco y rápido y abierto, también. Pero quería terminar la historia antes de irme y, por qué no decirlo, el final me gusta, aunque ha llegado demasiado pronto, lo sé. Soy "escritora" principiante, debéis perdonarme, por favor xD. Pues gracias por haberme seguido hasta aquí. Prometo que cuando vuelva, traeré más historias. Hasta pronto, os quiero!!!! <3

jueves, 4 de julio de 2013

Ojalá el sentido común esté equivocado

Lleva toda la comida observándola, sin que se dé cuenta. Ella lo único que hace es mirarlos y reírse de sus tonterías, no dice nada, no abre la boca salvo para contestar algunas preguntas sin importancia. Es bonita, su  cabello cae en forma de suaves ondas color caramelo y sus ojos son de un extraño color, Óscar cree que es gris plateado, brillante y a la vez abrumador. Sus rasgos son dulces y tiene una sonrisa traviesa sin pretenderlo. Sin duda, sí, es muy guapa.
-Tío, ¿estás ahí?-la voz de César interrumpe sus pensamientos-Te acabo de preguntar si quieres ese trozo, estás en la luna.
-Eh... vale, sí- tartamudea Óscar.
-Joder, ¿lo quieres o no?
-No, cometelo tú.-Los demás le miran buscando una explicación a su estado ausente. -Lo siento, me he puesto a pensar en mi casa y en que no he dormido nada. Me voy a acostar. ¿Cuál es mi habitación?
Los chicos se miran un momento y después estallan en carcajadas. Pablo, que es el que se calma antes, dice entre risas ahogadas:
-¿Habitación? Mira, esto será un ático lujoso pero muy grande no es. Habitaciones solo hay dos y una es de Draco y la otra de Marco, eso fue decidido a suertes.-Bruno continua la explicación.
-Por lo tanto, nosotros dormimos en ese maravilloso y cómodo sofá, juntitos-la última palabra hace que los demás vuelvan a reír.
-¿Qué pasa, nuevo?¿Eso no lo esperabas, eh?Era nuestra sorpresa para ti.-Draco le dedica una sonrisa irónica y se levanta de la mesa, llevando su plato a la cocina. Los demás hacen lo mismo.
No es que a Óscar le importe dormir en el sofá, pero pensó que tal vez... Una risita cantarina intercede en su mente. Es Liz.
-¿Qué?-pregunta Óscar, no le gusta que se ría de él.
-Nada, es solo que tu cara es un poema. Me hace gracia y por eso me río. ¿Te parece bien?-definitivamente se está mofando de él.
-Me parece estupendo, y es más, me alegra ser el objeto de tus risas-dicho esto se dispone a marchar a la cocina cuando siente que los ojos de Liz están pegados a su nuca. Se gira-¿Quieres algo?
Ella le sonríe y no dice nada, sabe que lo está incordiando. Decide ignorarla pero oye unos pasos detrás suyo.
-¿Oye, me estás siguiendo?-pero Liz no contesta, ni siquiera mira en su dirección cuando pasa por su lado para entrar a la cocina.
Después de recoger todo, los chicos se sientan en el sofá y encienden la tele para ver una película, por lo que Óscar decide hacer lo mismo. Liz carraspea suavemente, llamando su atención:
-Bueno, yo ya me voy yendo. Mi madre llegará en un par de horas así que... Bueno eso. Gracias por la pizza-ella sonríe sincera, dice adiós con la mano y camina hasta el recibidor. Antes de que abra la puerta, suena el timbre. Draco se precipita hacia la puerta, dando un traspié y casi cae al suelo.
-No abras-dice entre jadeos-Ve a la cocina, si es alguien de administración estarías en un lío. A la cocina, he dicho.
Liz pasa junto a nosotros con el ceño fruncido y desaparece tras la puerta de la cocina. Draco abre la puerta, mientras los demás aguantan el aliento.
-¡Hey, muermo!-grita una voz desconocida, pero los demás respiran aliviados.
-Joder, Jack, que susto me has dado, pedazo de imbécil. Pasa anda.-mientras el tal Jack pasa delante de Draco, este le da una colleja.
-¿Quién es?-pregunta Óscar a Lucas.
-Es el hermano pequeño de Draco. Él no está con nosotros, estudia en la uni. Pero se pasa a visitarnos a veces.-Los chicos saludan al recién llegado con golpes amistosos en el hombro y le revuelven el pelo, como a un niño pequeño. Draco dice:
-Óscar, Jack. Jack, Óscar, es nuevo.
-Hey, tío, ¿tú sabes en qué marrón te has metido juntándote con mi hermano?-Jack ríe, está bromeando.
-Venga ya, hermanito, cállate.
-¿No se lo has dicho? Qué vergüenza. Aquí donde lo ves, mi querido hermano, es un narcotraficante de cocaína. Exporta a todo el mundo. Entregas a domicilio.
-O dejas de decir gilipolleces, o te doy un cariñoso sillazo en la boca, tú decides.
Jack levanta las manos en señal de rendición y en ese momento Liz sale de la cocina, seguramente confiada sabiendo que no es nadie de administración. Entonces, sus ojos se abren poco a poco y su rostro muestra sorpresa.
-¿Jack?
-¡Liz! Joder, ¿qué haces aquí?
-¿Os conocéis?-pregunta Draco
-Sí, el año pasado coincidimos en una presentación de un libro en Barcelona.-ella ríe asombrada-Qué fuerte, vaya coincidencia.
-Ya ves. Oye, y que...-Liz lo interrumpe, su tono de voz indica disculpa
-Mira, lo siento pero me tengo que ir ya. Ya nos veremos. Eh... Hasta pronto, chicos, y gracias otra vez.-Y se va cerrando la puerta detrás suyo.
-¿Qué hacía ella aquí?-pregunta Jack.
-Siéntate y te contamos, es una historia entretenida.
Y mientras los chicos explican la interesante anécdota, Óscar se queda pensando en la chica que perdió sus llaves y accedió a regañadientes a comer con ellos. Óscar no ve el momento de encontrársela de nuevo en las escaleras del edificio, confiando en que vuelva a despistarse y él pueda volver a ayudarla. Pero hay algo, seguramente el sentido común, que le dice que sus próximos encuentros no serán más que los saludos respectivos cuando se encuentren en la portería del edificio. Solo espera que, por una vez, su sentido común esté equivocado.

Vaya churro me ha salido, no? En fin, a los que me leáis (las que lo hagáis daros por aludidas) deciros que muchas gracias por estar ahí, al otro lado de la pantalla. Os quiero <3

martes, 2 de julio de 2013

Extraña y curiosa invitación

Definitivamente Liz siente que ha perdido el juicio. Está en la cocina de un piso de unos okupas que conoce de hace apenas media hora y les está ayudando a cocinar la pizza. Una voz insistente en su cabeza le grita a pleno pulmón que está loca y que haga el favor de salir de ahí, pero la curiosidad y las ganas de llevarse la contraria a sí misma son más fuertes que su sentido común. No es que esos tipos le den miedo, porque parecen bastante inofensivos, es solo que no está en su comportamiento preparar la comida a unos desconocidos. Y todo esto lo piensa mientras saca de la nevera un bote de champiñones, una lata de atún y otra de olivas. Y ese chico, Óscar, parece como si acabara de llegar. Resalta su forma de vestir, por lo que Liz intuye que es nuevo en el grupo. Esas bermudas son muy elegantes y esa camiseta marca su torso bien definido... "¿Por qué estoy pensando esto? No tiene nada que ver con sus bermudas elegantes." Se dice a sí misma. Mientras extiende la masa con un rodillo, Pablo aparece por la puerta de la cocina con el pelo mojado. Tiene los ojos negros como el carbón, pero son bonitos de alguna manera. Pablo dirige a Liz una sonrisa simpática y ella se la devuelve como respuesta.
-Vaya, vaya... Se te da bien la cocina, por lo que veo- Pablo la mira divertido.
-Y por lo que he oído a través de la puerta, tú estás a punto de convertirte en el sucesor de Ferrán Adrià- contraataca Liz. Él suelta una carcajada.
-Sí, o al menos eso intento- contesta entre risas.-¿Eres nueva, no? Nunca te he visto en el edificio.
-Sí, he llegado hoy. Me he mudado con mi madre desde Barcelona.
-¿Barcelona? Uau, me encanta esa ciudad. En Las Ramblas te forras bailando. Los japoneses son los que más monedas echan.-Liz ríe.
-¿Pero sois todos de Madrid? Explícame un poco vuestra historia.
-Eres cotilla, ¿eh?-Liz se encoge de hombros.- Bueno, pues yo llegué a Madrid con 16 años, después de estar por las calles de Barcelona. Me fui de mi pueblo de Valencia con 14 años. Me encontré con Draco, César, Bruno y Marco en uno de los locales donde bailan y me uní a ellos. De eso hará unos... tres años, sí. Luego vino Lucas y hoy ha llegado Óscar. Hemos hecho su audición en plena calle, es muy bueno.
-Así que él ha llegado hoy, ¿y ya le dejáis entrar en vuestra casa?-Pablo se ríe sorprendido
-Ellos hicieron lo mismo conmigo, igualmente, no veo qué tiene de malo. Además, está en la misma situación en la que estaba yo hace tres años: sin nada. Cuando lleve aquí más tiempo, seremos su nueva familia.
-Eso es muy... ¿bonito?-los dos ríen.
Cuando la pizza ya está lista, solo entre Marco, Óscar, Pablo y César logran convencer a Liz de que se siente mientras ellos ponen la mesa. Liz se debate entre ser simpática y estorbar poco o utilizar su famoso humor mordaz, pero le queda clara su opción más acertada cuando aparece Lucas con una sonrisa de suficiencia en la cara. Liz se aclara la garganta, preparada para atacar, pero Lucas solo se sienta en su sitio, se frota las manos y vocifera:
-¿Pablo, te has perdido en el camino hacia el comedor? ¡Me voy a morir de hambre!
Liz no puede aguantarse la risa, estos tíos son realmente brutos.
-¿Qué te hace tanta gracia, bonita?-le pregunta Lucas, con una sonrisa socarrona.
-Tú- le contesta Liz. La sonrisa de Lucas se mantiene pero sus ojos la fulminan.
-Vale, ¿habéis acabado de pelearos? Lucas, compórtate, es nuestra invitada- interviene Marco y se sienta al lado de ella. Al otro lado se sienta Bruno.
Los chicos empiezan a bromear y a decir tonterías varias, y Liz los observa en silencio con una sonrisa que no se le borra por mucho que quiera, acompañada de una carcajada cada dos por tres. Ellos no intentan integrarla en la conversación y Liz lo agradece, tampoco sabría qué decir, es mucho mejor presenciar el espectáculo de insultos cariñosos que está teniendo lugar en la mesa. Hay un momento que incluso casi se atraganta con la pizza de la risa. Mientras, se seca las lágrimas que las carcajadas le provocan piensa que, al fin y al cabo, no ha sido tan mala idea aceptar la extraña y curiosa invitación que estos extraños y curiosos (y sobretodo graciosos) chicos le han ofrecido.

Pues esto ya está. En realidad quería tardar un poco más en juntar los caminos de Liz y Óscar, pero no he podido resistir la tentación. Ya veremos que pasa.... Besooos!! <3

lunes, 1 de julio de 2013

"Nos importa lo que pasa hoy, ahora"

Un débil golpeteo en la puerta los sobresalta justo cuando, según palabras textuales, el nuevo Ferrán Adrià llamado Pablo saca los ingredientes de la pizza de la nevera. Al principio, todos los chicos se quedan parados, intentando averiguar quien hay al otro lado de la puerta. Es muy extraño que llamen a su piso, pues se supone que los vecinos saben que allí no vive nadie o eso es lo que hacen creer al dueño del bloque. Pero entonces Lucas dice:
-¿Qué os apostáis a que es la chica contestona de antes?- Draco dice:
-Ahora lo veremos.- Y, efectivamente, la muchacha que había rechazado la invitación se encontraba en el rellano con una sonrisa inocente en la cara.
-Hola. Veréis, es que he preferido venir aquí- remarca la palabra "aquí"- antes de mendigar por las calles para poder comprar un bocadillo. ¿Puedo pasar, o la oferta no sigue en pie?
Antes de que Óscar pueda abrir la boca, Pablo se le adelanta:
-Pasa, pasa, no te quedes ahí. ¿Te gustan las olivas y los champiñones?
-Oh, ¿la pizza la cocináis vosotros? Mejor, así ayudo.
-¿Qué pasa? ¿No te fías por si hemos puesto alguna droga para secuestrarte?-replica Lucas.
-No, es solo que me gusta cocinar y así no me siento tan en deuda por haberme dado de comer.
A Óscar se le escapa una sonrisa, esa chica siempre tiene algo que responder. Pablo es el primero en ducharse, ya que tiene que cocinar, los demás se sientan en el gran sofá que preside el comedor. Todos menos Óscar, que se siente absorbido por la impresionante panorámica de Madrid. Los chicos tenían razón,  siente que podría quedarse horas admirando la belleza de las vistas. Por el rabillo del ojo, detecta un movimiento a su lado y gira la cabeza. La chica está a su derecha, con los ojos como platos y boquiabierta, debidamente maravillada por el paisaje. Óscar sonríe:
-Una pasada, ¿verdad? No exageraban para nada diciendo que es increíble.
-Es... ¡uau! No hay palabras- ella suelta una risita tierna y algo hormiguea bajo la piel de Óscar, como una suave corriente eléctrica.
-Ven, que te presento a los demás. Bueno, yo soy Óscar- y le tiende la mano.
-Encantada- y se vuelve para mirar otra vez por el ventanal.
-¿No me vas a decir tu nombre?-pregunta Óscar, extrañado.
-¿Es absolutamente imprescindible que sepáis mi nombre para comer aquí?-ante la mirada atónita de Óscar, ella se ríe y dice- Era broma, tonto. Soy Liz- y le estrecha la mano.
Juntos se dirigen hacia el sofá en el que están tirados de cualquier manera los demás.
-Vale, Liz. Él es Draco, Lucas, César, Bruno, Marco y el cocinillas es Pablo.-los va señalando con la mano cada vez que dice un nombre.- Chicos, ella es Liz.
-Encantada, pero tengo una pregunta. -Draco resopla, sonando aburrido- ¿Cómo tenéis todos estos muebles tan... caros? Lo del piso, lo puedo comprender. Pero... ¿estaba todo amueblado?
-Pues sí, chica lista. Se ve que el viejo rico que vivía aquí la palmó, y por aquí no ha pasado nadie para reclamar nada. Así que, aquí estamos.-dicho esto, Draco se levanta para gritar a Pablo a través de la puerta del baño que se acabará el agua del mar como siga así.
-Pero entonces en cualquier momento puede llegar alguien y echaros a patadas y poneros una buena multa, ¿no?-Liz parece sorprendida de que nada de esto les importe a los chicos. César dice:
-Pues claro que lo sabemos, bonita. Lo que pasa es que nos importa tres pimientos lo que pase mañana. Nos importa lo que pasa hoy, en este momento. En nuestra situación no podemos permitirnos estar paranoicos pensando que mañana podemos estar durmiendo en un cajero.
Liz asiente con la cabeza, comprendiendo, y luego sonríe.
-Me gusta como pensáis. Si queréis puedo empezar yo con la pizza.
-Si quieres, sí- dice Marco
-Vale, ¿qué le echo?
-Pues todo lo que haya en la nevera que tenga pinta de ser ingrediente para una pizza- dice Bruno, antes de colocarse los cascos y cerrar los ojos.
-Muy bien- Liz se dirige hacia la cocina y Óscar no puede evitar seguirla con la mirada, hasta que queda fuera de su alcance. César le tira un cojín a la cara.
-¡Tierra llamando a Óscar! Te estaba preguntando si quieres una cerveza, sordo.
-Eh... no, gracias. Pero una Coca Cola sí estaría bien.
Está pensando en ir a la cocina para ayudar a Liz pero no tiene ni idea de cocinar, prefiere no hacer el ridículo. Así que se sienta en el sofá y coloca las manos detrás de la cabeza, pensando que cada minuto que pasa se alegra más de haberse marchado de casa.

Ya está, parezco patética poniendo comentarios "graciosos" pero es que me sale así, sorry. Besoooos!!! :*

domingo, 30 de junio de 2013

El ático de los okupas

-Pues nada, esto es Madrid. Venga, vamos a ver el piso que nos han asignado. ¿Liz?¿Vamos?
-Eh... sí, sí, vamos. -Liz aún está un poco anonadada por la repentina marcha y además solo ha podido despedirse de su mejor amiga, Paula, por skype. Según el contrato de su madre, solo estarán allí un año, pero si los jefes piensan que su madre se merece un puesto fijo, se quedarán en Madrid indefinidamente.
Acaban de llegar y ya echa de menos la temperatura su ciudad. En Madrid el aire es cálido y el calor se le pega a la piel, abrasándola. Después de instalarse en el piso, su madre tiene que ir a presentarse en el trabajo, por lo que Liz se queda sola, después de una discusión de un cuarto de hora donde su madre insistía en que fuera con ella. Liz coge las llaves y sale a la calle, con un mapa, eso sí. Al final, se harta de ir sacando el mapa cada cinco segundos y comienza a vagar por las calles madrileñas, sin rumbo ni meta fija. Le gusta perderse por ciudades desconocidas, le proporciona una extraña sensación de paz y tranquilidad, sin preocupaciones ni presión de ningún tipo. Además, le recuerda a su padre, porque siempre que iban de viaje los tres él insistía en dejarse llevar y perderse, era un gran aventurero. Ahora, pensar en él le provoca un pequeño nudo en la garganta, pero lo elimina con una sonrisa pensando en alguna anécdota divertida. Cuando son las dos de la tarde, su barriga protesta y la avisa de que es la hora de comer. Se dirige de nuevo a su piso, y le sorprende encontrarlo tan rápido. El portal de abajo está abierto pero cuando llega al tercer piso suelta un taco por lo bajo: ¿y las llaves? ¡Las tenía en el bolsillo del pantalón! Su madre no llega hasta bien entrada la tarde y no tiene dinero para comprarse nada en un bar. Respira hondo para tranquilizarse, aunque ve venir que hoy no come. ¿Cómo no ha podido darse cuenta de que se le han caído las llaves? Se da una palmada en la frente mientras intenta recordar algo, pero nada. Decide esperar en el portal, por si algún vecino caritativo le puede dar dinero para comer algo. Se sienta en las escaleras, coge los auriculares y le da al play. Mientras Rihanna canta en sus oídos, un grupo de chicos no más mayores que ella entra en el portal armando un buen escándalo. Van vestidos con ropas holgadas y oscuras, menos uno, que lleva unas bermudas y una camiseta que se le ciñe al pecho. Parecen estos bailarines callejeros que su madre tanto odia. Si son vecinos, se pondrá muy contenta. Los chicos deslizan sus ojos por encima de Liz y uno de ellos, con una dilatación en la oreja, le pregunta:
-¿Qué haces ahí? ¿El novio te ha echado de su casa?-los demás ríen y Liz esboza una sonrisa, coqueta. Le encanta pelear con tíos estúpidos.
-No, he sido yo la que ha dado el portazo. Cuando discutimos siempre finjo que me voy y luego viene arrastrándose, es muy divertido- como toque final, guiña el ojo. El imbécil se sorprende un poco pero se recompone rápido y se dispone a contraatacar. Pero antes de que pueda abrir la boca y soltar otra idiotez, el chico de las bermudas le pone una mano en el hombro y dice:
-Venga, Lucas, déjala y vámonos.- Liz lo mira con agradecimiento y él le ofrece una sonrisa de disculpa.
Los chicos empiezan a subir por las escaleras y Liz oye que uno dice "aguafiestas". Entonces, el que va en cabeza se gira y le pregunta a Liz:
-Oye, ahora en serio. ¿Qué haces ahí en el suelo?- a Liz la pregunta la coge por sorpresa y balbucea:
-Bueno... yo... es que...eh... he perdido las llaves de mi casa- los chicos la miran curiosos y añade- Y tengo hambre.
Ellos se ríen y luego uno de ellos dice:
-¿Por qué no te subes? Tenemos pizza-parece majo pero los demás le dan... repelús
-Eh... no, gracias. Pero os agradecería que me dierais dinero para comprar algo. Luego os lo devolvería, claro.
Los chicos se miran entre sí y el que le ha preguntado antes levanta una ceja y dice:
-Pues va a ser que no. Buena suerte con los demás vecinos. Son todos unos viejos bordes.- y siguen subiendo por las escaleras.
Liz decide buscar en los buzones y empieza por el único nombre que ha oído: Lucas. No hay ninguno. Decide seguirlos y a juzgar por sus pasos y sus voces, se paran en el último piso y el silencio sustituye su griterío. El ático. Vuelve a mirar los buzones y descubre que el ático debería estar vacío, por lo tanto... ¿son okupas? "Madre mía, vaya vecinos me han tocado." piensa Liz. Pero hay algo, algo muy extraño, que le dice que acepte la invitación y suba a comer pizza con los okupas, y es algo más que no querer morirse de hambre. Es una sensación que no puede explicar, que no tiene sentido, es como una anticipación, un aviso de que sucederá algo. Ese sentimiento ya lo ha experimentado anteriormente, una semana antes de que muriera su padre. Eso no quiere decir que vaya a morir alguien, es solo que ocurrirá algo que pondrá su vida patas arriba. Antes de que se dé cuenta de lo que está haciendo, sube las escaleras y da un golpe con los nudillos al ático de los okupas.

¡¡Se me está yendo de las manos, olé olé!! Pero no pasa nada, que tampoco intento hacer un bestseller, así que... gracias por leerme!!

viernes, 28 de junio de 2013

"Vida de rey sin pagar un céntimo"

El corazón de Óscar debería estar desbocado, dando golpes contra su pecho. Pero no es así, lo único que siente es una euforia mezclada con adrenalina, mucha adrenalina. Combinación explosiva para hacer un gran número. La música empieza a salir de los altavoces portátiles y los chicos comienzan la coreografía, realmente majestuosa. Óscar los observa un poco retirado, esperando su turno. La gente aplaude y los chicos danzan en movimientos limpios y rápidos, algunos con el rostro concentrado y serio y otros con una sonrisa divertida en la cara, mostrando al mundo que lo que hacen es su pasión, su estilo de vida. Cada vez que logran un paso difícil aúllan todos a la vez, un grito de victoria y la gente anima con más ganas. Los aplausos de la multitud retumban entre los árboles de alrededor de la plaza, haciendo que las palomas alcen el vuelo y más gente curiosa se acerque a ver el espectáculo. En cuanto la música cesa, la gente rompe en una ovación enorme, los aplausos y los gritos se hacen más fuertes si cabe. Después de que el público se calme, Draco coge un micrófono:
-Gracias, muchísimas gracias por este aplauso. Ahora, vamos a hacer un reto para comprobar si nuestro amigo Óscar-le señala con la mano- se merece entrar en el grupo. Me explico: él bailará y después lo haré yo. Si él recibe más aplausos se queda, si no, pues va a buscarse la vida. Quiero que seáis justos, no es un juego. Ea, ¡música maestro!-Óscar se dirige al centro de la redonda que ha creado el público.
Respira hondo cerrando los ojos y sin apenas darse cuenta se libera a lo que él más le gusta: sentir el calor del público animándolo, arropándolo; los gritos de aprobación y los silbidos de felicitación; las bocas abiertas y los ojos como platos de la gente impresionada; cámaras de los móviles grabándolo; y por qué no decirlo, las chicas mirándolo embobadas. Sus movimientos son precisos, pero nada bruscos, como si se deslizara suavemente por el suelo o por el aire. El calor del sol le molesta en la cabeza pero no le importa. ¡Cuánto tiempo hacía que no se sentía tan bien! Le da pena que la música termine, si fuera por él hubiera seguido bailando hasta que cayera el sol. La ovación le pita en los oídos: el público aplaude con las manos sobre su cabeza, los niños pequeños incluso saltan. La gente le da una sonrisa alentadora y radiante, y Óscar les concede una reverencia porque en ese momento no le salen las palabras, además de que está sin aliento. Draco está verdaderamente sorprendido, se le nota en la cara. Óscar coge una toalla pequeña para secarse el sudor de la cara y el cuello, se moja el pelo con una botella de agua y después sacude la cabeza, provocando que una chica lance una risita nerviosa. Entonces, Óscar ve como los chicos se reúnen y hablan en susurros. Él sabe que es bueno, en realidad muy bueno, ya que le llegó una solicitud desde una academia de baile de Estados Unidos pero la rechazó porque él quería terminar los estudios del bachillerato, una verdadera estupidez, pero algo le dijo que no aceptara. Draco se acerca de nuevo y hace un gesto con las manos para que la gente se marche, como diciendo "Se acabó lo que se daba". El público, extrañado y enfadado porque quiere ver el final del duelo, hecha unas cuantas monedas de uno y dos euros en un sombrero y se dispersa. Óscar piensa que más tarde le preguntará a Draco por qué no quiere que la gente sepa si se queda o no, es raro. Después de lo que le parece media eternidad, los chicos se acercan, con rostros impasibles para que Óscar no adivine el veredicto.Obviamente, Draco toma la palabra:
-Vamos a ver como te decimos esto. Tú...¿has vivido alguna vez en un ático?- Draco mantiene su pose indescifrable, por lo que Óscar le sigue el rollo.
-Pues no, la verdad. Donde vivía antes era un segundo piso de 80 metros cuadrados. -el chico rubio no aguanta más y suelta una gran carcajada, seguida de las risas de los demás. Draco solo muestra una débil sonrisa.
-Bienvenido a los Tänzer. Ese idiota rubiales que parece que está todo el día fumado y se ríe por todo es Pablo. El que es un armario empotrado andante es Lucas. Los dos gemelos que no se aguantan entre ellos son César y Bruno. El negrito enano -el aludido pone cara de ofendido- es Marco y mi nombre ya lo sabes. 
Óscar va chocando las manos a medida que Draco va diciendo sus respectivos nombres. Entonces, Marco dice:
-Espera, espera. Draco, a ti no te hemos presentado como te mereces, ¿verdad, chicos? Verás Óscar, este tío borde que solo sonríe cuando le dan una sandía fresquita es Draco.
-Ja ja ja, muy ingenioso Marco. ¿Podemos irnos ya? Necesito una maldita ducha.
Y dicho esto, se dirigen al famoso ático, que Óscar intuye que estará hecho una pocilga. Después de que Óscar recoja su mochila del hotel, los chicos empiezan a hablar, interrupiéndose unos a otros y dándose empujones y collejas cada dos minutos, mientras Óscar los observa divertido: son como una familia de hermanos rara, muy rara. Lucas empieza a explicarle como encontraron el piso en el que viven:
-...Y allí acabamos. Ni siquiera nos instalamos, nos quedamos como una hora entera mirando las vistas, son impresionantes, no exagero. Además de que el piso es todo lujo, no sé como alguien lo abandonó, pero mejor así, ese piso estaba destinado a que lo encontráramos nosotros. 
-Ya te digo, es la vivienda que siempre he soñado.- dice Pablo- Todo moderno y caro, carísimo. Es la vida de un rey sin pagar un puto céntimo.
Y siguen andando hacia la casa, sin tener ni idea de lo que se encontrarán en la portería del bloque, sin pensar si quiera en que, a veces, el destino tiene un as en la manga. 

Muchas gracias por llegar hasta aquí, me parece que me ha quedado soso, pero no doy pa' más, lo siento. Muchas gracias!!!! <3
*Para mi Marlene: muchas gasias por ayudarme a encontrar el nombre de Marco, cuantas más veces lo decía mejor lo encontraba!!!! Kisses and *carita perver*

jueves, 27 de junio de 2013

Decisión inesperada

El suave traqueteo del vagón del tren le ayuda a dormirse. Viaja durante lo que a él le parecen cuatro horas y después el sonido del pitido que anuncia que han llegado a su destino le despierta. Se pasea sin prisas por el vestíbulo de la estación, esquivando a todas las personas que van con paso apresurado a trabajar o a la universidad. Óscar va despacio, contemplando detenidamente lo que le rodea, sonriendo ante la visión de hombres trajeados que no cesan de mirar el reloj y los jóvenes que repasan apuntes como si se les fuese la vida en ello. Óscar siente que su vida pasada era un sueño del que tarde o temprano iba a despertar, y por fin lo ha hecho. Sale de la estación y un calor abrasador lo envuelve de pies a cabeza. En cuestión de minutos, gotas de sudor le caen espalda abajo y entra en un baño de un café para cambiarse y ponerse una camiseta más fina y unas bermudas. La camarera lo mira con una cara mezcla de extrañeza y enfado, pero Óscar le obsequia con una encantadora sonrisa de disculpa y sale en busca de... pues no lo sabe, está perdido, pero eso no le hace sentir mal, si no todo lo contrario, está feliz. Cruza varias calles llenas de gente, sobretodo niños pesados que ya no tienen colegio. Decide hacerse pasar por turista y entra en una oficina de información a preguntar por un albergue o un hotel barato. Encuentra un hotel tirado de precio y se encamina hacia allí. Lo que encuentra le hace sonreír: es un hotel feo y viejo, y muy pequeño. La chica habrá pensado en timarle pero eso es exactamente lo que Óscar buscaba. Explica su historia a la amable señora de recepción y esta la da una habitación para todo el verano. Después de instalarse (tampoco es que llevara mucho equipaje) coge un periódico de una basura y empieza a buscar ofertas de trabajo. No hay absolutamente nada. Con el dinero que lleva en la mochila le da para sobrevivir apenas dos semanas. En una plaza encuentra un grupo de artistas callejeros bailando hip-hop. Lo hacen realmente bien. La gente aplaude al ritmo de la música para animarles y Óscar se une, divertido. Tiene un plan, si no funciona, al menos se echará unas risas. Cuando la multitud se dispersa y los chicos comienzan a recoger sus cosas Óscar se acerca, luciendo esa sonrisa que le hace caer bien a todo el mundo:
-Ey, hola. Sois asombrosos, bueno, no hace falta que os lo diga yo. -el grupo mira a Óscar con curiosidad.
-Gracias, ¿qué quieres?- Óscar ríe, no son tontos esos chavales. Le caen bien.
-Bueno a ver, es que me he escapado de casa, no he pisado esta ciudad en mi vida, no sé qué hacer y no tengo dinero. Pero sé bailar hip-hop, no como un hobby para pasar la tarde, me gusta de verdad. Y me preguntaba si podríais dejarme entrar en vuestro equipo. Y si no, pues gracias por escucharme.-Óscar mantiene su sonrisa, está preparado para reírse en cuanto le digan que no. Pero el que parece ser el líder arruga la frente y su rostro adopta una expresión de duda.
-¿Pretendes que entre en nuestro equipo un completo desconocido que dice que sabe bailar?
-Sí. Puedo haceros una demostración de que no soy ningún ladrón, si os quedáis más tranquilos. Necesito el dinero, no tengo nada más que decir.-un de los chicos empieza a reír a carcajadas, apretándose el estómago con las manos.
-¿De dónde ha salido este tío? ¡Me encanta!-Óscar sonríe más. Les ha caído bien. Perfecto. El líder vuelve a tomar la palabra:
-De acuerdo. Haremos un trato. Ahora nos dirigimos hacia otra plaza. Bailarás de manera improvisada. Si recibes más aplausos que yo, te quedas. Si no, pues... mala suerte.-Óscar ríe, le encantan los retos.
-Hecho- y se aprietan las manos.
-Después actuamos en un recinto de verdad, lo que pasa es que no es legal. La calle es nuestro lugar de entrenamiento. -explica un chico rubio mientras caminan hacia la siguiente plaza- Normalmente, bailamos en sótanos privados y eso. Vivimos de okupas en un señor ático. Vistas de infarto, chaval.- El líder vuelve a hablar:
-Después haremos las presentaciones. Por el momento, yo soy Draco y ¿tú eres...?
-Óscar.
-Muy bien Óscar, que comience el show. Ya hemos llegado.
Óscar se siente el chico más afortunado del planeta Tierra. Está a punto de hacer una audición para que lo admitan en un equipo de baile callejero. Una decisión absolutamente inesperada pero que se le ha presentado en bandeja de plata.


Hala, ya está, madre mía, parece que mi inspiración ha vuelto pero muy tímidamente. En fin, aún así, gracias por leerme!!!! <3

miércoles, 26 de junio de 2013

"No me arrepiento"

Últimamente discuten demasiado, por tonterías o por asuntos serios, no importa. El caso es que se pasan las horas alzando la voz, intentando demostrar quién de los dos tiene más razón. A Óscar no le gusta discutir con su padre, pero no se lo pone fácil. Le riñe por todo, no respeta sus decisiones ni sus opiniones, y eso le molesta muchísimo. Es un agobio vivir en aquella casa. Óscar sabe que su madre lo está pasando mal por las continuas peleas, pero cada vez que intenta no contestar mal a su padre, la rabia y la ira se hacen más fuertes y termina por gritarle y pegar un portazo a la puerta de su habitación. No puede más, necesita escapar, desaparecer, esconderse. Lleva tiempo dándole vueltas a la cabeza pero nunca se ha atrevido a llegar hasta el final del plan. Coge la mochila que tiene escondida bajo la cama y empieza a meter ropa, dinero, y las latas de conserva que tenía des de hace dos semanas, cuando también pensaba en irse de casa, aunque esa vez va en serio, está decidido. Lo único que no guarda son el móvil y las llaves, porque no tiene intención de volver y tampoco de que le encuentren. Además, ya es mayor de edad, puede hacer lo que le dé la gana. Se hace el dormido por si acaso, y a las doce de la noche, cuando se termina la serie favorita de su madre y sus padres se van a dormir y apagan la luz, sale de su cuarto, se despide de su gato con una carantoña y un beso en la cabeza y se adentra en la noche calurosa, con la mochila rebotando en su espalda,  la fija idea de no mirar atrás y repitiendo para sí mismo como un mantra las palabras "No me arrepiento, esto será genial."
Mientras camina hacia la estación de trenes, intenta trazar un plan rápido. No ha planeado absolutamente nada, salvo la ciudad a la que irá. Sabe que tren tiene que coger y a que hora sale, así que eso no le preocupa. Aunque tenga que pasar la primera noche dentro de un cajero de una sucursal bancaria, tiene la certeza de que saldrá adelante, será una buena experiencia y mejor historia, cuando sea un señor mayor y entonces se dé cuenta de que lo que está haciendo es una gran estupidez. Pero ahora eso no importa, ha llegado a la estación y en una hora sale el tren que hará que su vida de un vuelco de 360 grados, pero eso Óscar aún no lo sabe, no imagina la gran importancia que tiene esto para su futuro. Todo su destino, que está escrito en alguna parte, se ha venido abajo y ahora tiene que volver a recomponerse, pero no lo hará de la misma forma. Para él, esto simplemente es una aventura de muchas que vivirá, pero no piensa ni por un segundo que todo lo que le ocurrirá está ligado al hecho de que esté cogiendo un tren con destino a una ciudad en la que nunca ha estado. 


Ha salido un churro como una casa porque mi amiga Inspiración se ha ido de vacaciones, sorry. Por cierto, my friend, vuelve pronto que si no me van a tirar tomates, maja! Igualmente, gracias, os quiero!!! :*

martes, 25 de junio de 2013

Como si nada hubiera pasado

Con la mirada vacía remueve la taza de leche con Cola Cao que tiene delante suyo. Su madre ha vuelto a las andadas y ha retomado la terapia esa tan extraña, por lo que va por toda la casa trajinando sin descanso. Liz se termina el desayuno y le dice a su madre a voz en grito que se va a dar una vuelta. En la calle, una brisa fresca, típica de su ciudad, la envuelve y la reconforta. Inspira lentamente y comienza a caminar, sin una meta fija. Pasa por delante de la panadería, la frutería, multitud de tiendas de ropa chinas... Al final, opta por pasarse por su librería y comprarse "El bosque de los corazones dormidos" de Esther Sanz. La sinopsis le llamó mucho la atención, ya que la protagonista de la novela también había perdido a un ser amado y ahora se encontraba desamparada, igual que ella. Cuando llega a casa y le cuenta ha su madre lo que ha hecho, esta se esboza una sonrisa enorme, exagerada, por lo que Liz se da cuenta de que está fingiendo. Pasa toda la mañana y gran parte de la tarde sumergida en la historia de Clara, con la que se siente extrañamente identificada, puesto que lo único que tienen en común sus vidas es que han perdido a alguien importante para ellas. Entonces, suena el teléfono y Liz contesta a la llamada desde su habitación.
-¿Diga?
-Buenas tardes, ¿la señora Knightly?-pregunta una voz de hombre, parece contento.
-Sí, es mi madre. Yo le pasaré el recado, ahora no está en casa.
-Oh, muy bien. Entonces dígale que ha sido admitida en el puesto de trabajo que solicitó como guía en el Museo del Prado de Madrid. Pueden venir a partir del uno de julio.
-¿Cómo? Pero...oh...eh...De acuerdo, ya le diré que llame ella cuando vuelva y así usted se lo explica todo.-Liz no puede creerse lo que acaba de escuchar. ¡Irá a vivir a Madrid! Ella y sus padres siempre han vivido en Santa Coloma, cerca de Barcelona, aunque toda su familia sea de Londres. Cataluña es su tierra y le da pena marcharse, pero que cree que será una experiencia interesante. Así, además, tendrá muchas cosas en la cabeza y estará más ocupada.
-De acuerdo, esperaremos su llamada- el señor simpático cuelga y en ese momento su madre abre la puerta del recibidor.
-Cariño, ya estoy aquí. ¿Te puedes creer lo que me ha hecho una vieja en el súper? Estaba yo...- su madre se detiene al ver a Liz trotando por las escaleras con una sonrisa- ¿Qué ocurre?
-Mamá, me parece que a partir de ahora te tendrás que poner en serio con los idiomas. Han llamado de el Prado.
-¿Que han llamado de dónde?Oh, Dios mío... -se aclara la garganta y pulsa el botón de rellamada del teléfono que le tiende Liz.
Después de un cuarto de hora hablando, su madre entra en la habitación de Liz y le dice:
-Bueno, nos vamos a los madriles. Ya te estás aprendiendo la guía de la ciudad de memoria, que no quiero que parezcas una inculta.
-Claro, madre, ahora mismo me pongo a ello- replica Liz, con una reverencia.- Mamá, oye...
-Lo sé, cielo, lo sé. Pero a papá le hubiera dado un ataque de los suyos si yo rechazara la oferta. Además, un cambio de aires nos vendrá genial, ya lo verás. Será un verano entretenido, y lo pasaremos bien por él, ¿vale?
-Sí, lo haremos por papá. Pero no quiero seguir como si nada hubiera pasado. Tengo la mala sensación de que si nos vamos a Madrid es para huir de lo que ha ocurrido, para olvidarle. Y no quiero-Liz traga saliva para deshacer el nudo que se le ha formado en la garganta.Su madre coloca las manos sobre sus hombros y la obliga a mirarla a los ojos.
-Eso no es así, Liz. Nunca, jamás, olvidaremos a papá, ¿me oyes? Y lo que estamos haciendo no es huir, es rehacer nuestra vida, para no hundirnos, para encontrar la manera de avanzar sin él.


Amorsitosss!!! Besos para todos!!! :*