El calor de la taza quema suavemente sus manos y el chocolate deja un gusto amargo y delicioso en su boca. Emily bebe sin prisa su pedido, disfrutando lentamente de ese pequeño capricho. El chico que la ha atendido está hablando amigablemente con un hombre calvo y rechoncho que acaba de entrar. Emily observa al camarero con atención (podría decirse que se lo está comiendo con los ojos, prácticamente) y descubre que no es un chico muy alto, probablemente la misma altura que la propia Em. Sacude la cabeza y piensa que es una estupidez, el chaval no ha mostrado ningún interés en ella. Además, a ella le gustan los chicos altos, aunque este tenga unos ojos preciosos y un rostro digno de un Dios. Se termina su chocolate y pide la cuenta con voz débil: se ha bebido muy rápido el chocolate y le duele la garganta. Él le mira divertido y le dice, con una sonrisa casi imperceptible pero burlona: "Me parece que no te ha servido de nada abrasarte la garganta, sigue lloviendo bastante." Em le mira con cara de pocos amigos y se sienta en una mesita justo al lado de la puerta del local, para ver la lluvia cayendo y creando pequeños riachuelos en la calzada. Entonces, de repente el cielo se ilumina con un brillo plateado y segundos después un fuerte sonido irrumpe en el aire. Genial, tormenta de las fuertes, estaré aquí sentada toda la tarde, piensa Emily enfadada. Urga en su monedero y descubre que tiene aun le queda dinero para comprar un bocadillo. Pide uno de pepino y jamón y comienza a engullirlo, mientras en el cielo londinense se libra una batalla de relámpagos, truenos, lluvia y un sol escondido por las nubes grises.
Cuando el bocadillo ha desaparecido, Emily entra en su blog a través del móvil. Su mejor amiga ya le ha comentado, qué extraño. Mientras lee el comentario se le dibuja una boba sonrisa, siempre le pasa cuando alguien le dice algo a través de su querido blog, se siente muy afortunada de que alguien lea sus historias. Al ver la cara de Em, el camarero se le acerca estudiándole el rostro y pregunta con su singular sonrisa: "¿El novio te ha enviado un mensaje cursi?" Em se gira, le mira a los ojos y le contesta con voz divertida: "No, no tengo novio. Mi amiga me ha comentado en mi blog y me he puesto contenta." Ante la sinceridad de la respuesta, el chico se queda un poco sorprendido pero se repone rápidamente, con una mirada curiosa en sus ojos de esmeralda: "¿Tienes un blog? ¿De qué?" Emily siente que el corazón da un salto estúpido en su pecho y empieza a hablarle sobre su blog con voz nerviosa y dubitativa. Él asiente y pregunta de vez en cuando, todo con una sonrisa sincera, de las de verdad, de esas que brotan cuando hablas sobre algo que te apasiona. Al final resultó que a él también le encantaba leer pero que escribir se le daba fatal. Emily rio y dijo que eso no podía ser verdad, todo lector tiene una forma especial de comunicar sus pensamientos y esa forma es escribir. Él le pidió leer algunas de sus entradas y al terminar le dijo algo que nunca nadie le había dicho: "Reconozco expresiones literarias de otros escritores. Es como si hubieras cogido todos los estilos y frases de tus escritores favoritos y los hubieras juntado al escribir tu historia. Esta manera de expresar que la chica se siente una mierda me suena muchísimo de Maggie Stiefvater, ¿me equivoco?" Em estaba asombrada y asintió repetidamente, incapaz de hablar. Momentos después, ella le propuso de hacer una historia los dos juntos, sin siquiera darse cuenta. Él, vaciló un instante, pero luego aceptó el reto. Fue a por su portátil en la parte trasera del local y se sentó al lado de Em, más juntos esta vez. Y así, entre risas y más chocolate caliente; entre lluvia, truenos y rayos; entre una libreta y ideas en mente; entre la pantalla del ordenador y las teclas; nació una nueva historia. O bueno, quizá dos.
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lunes, 9 de septiembre de 2013
sábado, 31 de agosto de 2013
Chocolate caliente bajo la lluvia
Cada vez que Emily clica el botón de "Publicar" siente como el aliento que ha estado conteniendo inconscientemente escapa. Escribir la relaja pero dar a conocer al mundo sus pensamientos la abruma un poco, siente que muestra su alma en cada relato que escribe. Em se levanta de la silla, camina hacia la ventana y mira al exterior, donde una fina cortina de lluvia sigue cayendo. Sospesa las opciones que tiene: leer con un buen capuccino caliente o salir a pasear. Se decanta por la segunda, aún está convaleciente del último libro que leyó. Se abriga con una gabardina impermeable y se calza las botas de agua, y paraguas en mano sale a la calle.
Decide no ir a ninguna parte en concreto, deja que la guíen sus pies. Respira hondo para inhalar ese aroma a lluvia, tierra mojada y el olor de la primavera. Sus botas chapotean levemente mientras avanza, al mismo tiempo que la lluvia se hace cada vez más fuerte e insistente. Se protege de la súbita tormenta debajo de un balcón y observa divertida como la gente comienza a correr de un lado a otro, como hormigas asustadas. Un cuarto de hora más tarde, la lluvia se ha calmado un poco y Em decide continuar su paseo. Cuando intenta abrir el paraguas, éste no funciona. "Ya tardaba en estropearse, debería haber cogido el otro." piensa mientras recorre la calle con la mirada en busca de una cafetería. Encuentra un pequeño local vintage y se dirige corriendo hacia allí, con los hombros encogidos, aunque eso no evita que las gotas le mojen la cara y el cabello. Al entrar en la cafetería, el olor del chocolate caliente la envuelve dulcemente y se dirige a un taburete de la barra para pedir una taza. De la cortina que sustituye la puerta del almacén, sale un chico joven y, aunque Emily no lo reconocería jamás, bastante atractivo. El pelo corto y negro azabache resalta muchísimo sus ojos verdes, los más verdes que Em ha visto nunca. Cuando esa mirada interrogativa se posa en el rostro de Em, ella se sonroja. "Vaya pintas que llevo, mojada y con el pelo enredado. Menos mal que no me he maquillado." Carraspea suavemente y pide la taza de chocolate caliente. Él asiente y, sin decir palabra, se da media vuelta y trastea con habilidad la máquina de detrás. Ella mira embobada como sus manos expertas preparan su chocolate y piensa cómo es posible que nunca se le ocurriera entrar en este local tan acogedor. Un pitido la saca de sus pensamientos. Su pedido está listo.
Decide no ir a ninguna parte en concreto, deja que la guíen sus pies. Respira hondo para inhalar ese aroma a lluvia, tierra mojada y el olor de la primavera. Sus botas chapotean levemente mientras avanza, al mismo tiempo que la lluvia se hace cada vez más fuerte e insistente. Se protege de la súbita tormenta debajo de un balcón y observa divertida como la gente comienza a correr de un lado a otro, como hormigas asustadas. Un cuarto de hora más tarde, la lluvia se ha calmado un poco y Em decide continuar su paseo. Cuando intenta abrir el paraguas, éste no funciona. "Ya tardaba en estropearse, debería haber cogido el otro." piensa mientras recorre la calle con la mirada en busca de una cafetería. Encuentra un pequeño local vintage y se dirige corriendo hacia allí, con los hombros encogidos, aunque eso no evita que las gotas le mojen la cara y el cabello. Al entrar en la cafetería, el olor del chocolate caliente la envuelve dulcemente y se dirige a un taburete de la barra para pedir una taza. De la cortina que sustituye la puerta del almacén, sale un chico joven y, aunque Emily no lo reconocería jamás, bastante atractivo. El pelo corto y negro azabache resalta muchísimo sus ojos verdes, los más verdes que Em ha visto nunca. Cuando esa mirada interrogativa se posa en el rostro de Em, ella se sonroja. "Vaya pintas que llevo, mojada y con el pelo enredado. Menos mal que no me he maquillado." Carraspea suavemente y pide la taza de chocolate caliente. Él asiente y, sin decir palabra, se da media vuelta y trastea con habilidad la máquina de detrás. Ella mira embobada como sus manos expertas preparan su chocolate y piensa cómo es posible que nunca se le ocurriera entrar en este local tan acogedor. Un pitido la saca de sus pensamientos. Su pedido está listo.
domingo, 25 de agosto de 2013
Relato dentro de un relato
La lluvia repiquetea contra el suelo adoquinado de las calles de Londres. El cielo de aspecto gris y apagado podría bajarle el ánimo a cualquiera, es algo bastante deprimente, pero no a Emily. Los días de lluvia son sus favoritos, le encanta sentir como el aire se limpia y el ambiente se refresca, aunque sea a costa de no ver el sol la mayor parte de los días. Pero a Em no le importa. Ese golpeteo débil y constante de las gotitas de agua contra el pavimento de la carretera, el relajante sonido de las mismas contra el cristal de su ventana, mientras en su cabeza imágenes e ideas comienzan a cobrar vida. Sí, la lluvia la inspira, y mientras la gente de la calle saca el paraguas, los dedos de Em se deslizan veloces sobre el teclado del ordenador, transportando sus fantasías hacia la pantalla.
<<Un bosque, en otoño, la época del año en la que ver un paisaje natural es sinónimo de contemplar la cosa más bella del mundo. Los tonos anaranjados, amarillentos, marrones, rojos, verdes oscuros... todos combinados de una forma tan perfecta que da la sensación de que tus ojos pueden comenzar a soltar lágrimas de lo hermoso que es. Ella camina entre los troncos de los árboles, como se camina entre las columnas de una bonita catedral gótica. Sus pies pisan las hojas que inundan el suelo, haciéndolas crujir en un sonido agradable. Oye los pájaros por encima de su cabeza, entonando una dulce melodía, de vez en cuando alzan el vuelo y sobresaltan a Ella, haciéndole dar un brinco. Cualquier chica tendría miedo de ir por el bosque sola, en medio de la nada. Pero Ella no, le gusta la soledad, perderse por cualquier lugar y soñar despierta.>>
"Ella se parece un poco a mí" piensa Emily después de comprobar su corto relato. "A mí también me gusta algo que la mayoría de la gente odia: yo, la lluvia; Ella, la soledad". Revisa otra vez las faltas de ortografía y publica su pequeña y personal historia en su desconocido y especial blog.
<<Un bosque, en otoño, la época del año en la que ver un paisaje natural es sinónimo de contemplar la cosa más bella del mundo. Los tonos anaranjados, amarillentos, marrones, rojos, verdes oscuros... todos combinados de una forma tan perfecta que da la sensación de que tus ojos pueden comenzar a soltar lágrimas de lo hermoso que es. Ella camina entre los troncos de los árboles, como se camina entre las columnas de una bonita catedral gótica. Sus pies pisan las hojas que inundan el suelo, haciéndolas crujir en un sonido agradable. Oye los pájaros por encima de su cabeza, entonando una dulce melodía, de vez en cuando alzan el vuelo y sobresaltan a Ella, haciéndole dar un brinco. Cualquier chica tendría miedo de ir por el bosque sola, en medio de la nada. Pero Ella no, le gusta la soledad, perderse por cualquier lugar y soñar despierta.>>
"Ella se parece un poco a mí" piensa Emily después de comprobar su corto relato. "A mí también me gusta algo que la mayoría de la gente odia: yo, la lluvia; Ella, la soledad". Revisa otra vez las faltas de ortografía y publica su pequeña y personal historia en su desconocido y especial blog.
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