sábado, 21 de diciembre de 2013

Incursiones nocturnas

Envuelta en una bata larga de lana, Anabel bajó las escaleras hasta llegar al largo pasillo. Iluminó con la linterna hacia el frente, mientras que con la otra mano iba palpando la pared a tientas. Se obligó a respirar calmada y superficialmente, para no hacer ruido. Se dispuso a abrir la puerta de la sala del sillón, rezando para que estuviera bien engrasada y no chirriase. La madera hizo un leve crujido, pero no estridente. Entró en la estancia y cerró la puerta a su espalda. Iluminó la alta estantería con la linterna, intentando decidir si hojear algunos de los libros o seguir recorriendo los pasillos. Al final, pensó que era mejor primero tantear el terreno y después investigar lo que estaba escrito en esas hojas desgastadas.
Durante un cuarto de hora, visitó todas las habitaciones que conocía, buscando puertas ocultas o estanterías giratorias de esas de las películas, pero no encontró nada relevante. Bastante decepcionada, comenzó a hacer el camino de vuelta hacia su apartamento cuando escuchó un débil sonido. Era algo que se arrastraba suavemente... no, era el ruido de las hojas de un libro al pasarse. Se acercó sigilosamente, atenuando la luz de la linterna empujándola contra su bata. Se encontraba en La Biblioteca, así que tuvo que rodear las altas estanterías hasta dar con una de las mesas situadas en el centro. Sentada en una silla, había una figura menuda, con la cabeza inclinada hacia el libro abierto delante suyo. A su lado había una vela, que proyectaba una bailarina luz sobre las letras del papel. Anabel carraspeó, sintiendo su cuerpo tensarse ante la expectación. La figura se sobresaltó, soltó una exclamación ahogada que sonó como "¡Mierda!", se levantó precipitadamente y salió corriendo. Las piernas de Anabel actuaron más rápido que su cerebro y salió escopeteada detrás del intruso. Lo alcanzó y agarrándolo por el codo le hizo frenar y volverse. Apuntó con el haz de la literna a su cara. Era una chica, que no debía superar los 16 años, pequeña y rubia, con los ojos plateados y pecas en la nariz. Tenía la mirada frenética, estaba realmente asustada. Anabel se compadeció de ella y le preguntó tranquilamente:
-¿Como te llamas?- la chica solamente negó con la cabeza, decidida a no hablar. -Vamos, no pasa nada. Puedo guardarte el secreto, ¿vale? Soy nueva aquí, no diré nada. La joven debió ver la sinceridad en los ojos de Anabel, porque respondió en un susurro:
-Me llamo Lea. Por favor, deja que me vaya.
-En cuanto me respondas, ¿sí? ¿Qué hacías aquí?
-Yo... Lo siento, de verdad. No volveré a colarme.
-¿Colarte? ¿No perteneces al Sumus Libri?
-¿El qué? ¿Qué es...- en ese momento se oyó el sonido de una cerradura al abrirse. Anabel se llevó el índice a los labios, indicando silencio, y arrastró a Lea detrás de una estantería. Después de lo que les pareció una eternidad, la cerradura volvió a sonar y unos pasos se alejaron de ellas. Esperaron 10 minutos más y luego Anabel llevó a Lea escaleras arriba, después de prometerle que sus incursiones nocturnas serían un secreto entre las dos.

2 comentarios:

  1. Heyy por fin has seguido !! Y con un personaje nuevo *-* quiero saber que pasará después !
    Espero que no te pueda la pereza y que no dejes la historia, un abrazo muuy fuerte <3

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    1. Siii, yo también tenia muchas ganas jejeje
      Don't worry, en vacaciones no hay pereza que valga
      Gracias, juapaa!!! <3

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