viernes, 16 de agosto de 2013

Recuerdo latente

Todo lo que habían vivido y soñado juntos se desplomó de golpe hacia un abismo, dejándolos desamparados y perdidos. Ellos eran fuertes y el amor que compartían puede que también, pero la relación se fue marchitando poco a poco y ambos sentían que no tenía ningún sentido continuar con aquello, aunque en el fondo sabían que les rompería el alma en mil pedazos. El recuerdo de lo que tuvieron sigue latente bajo su piel, las cenizas aún arden, sus recuerdos les torturan cada vez que cierran los ojos e intentan dormir, su mente les conduce hacia el otro sin que su sentido común pueda evitarlo. Pero hay algo que les dice que es mejor dejarlo estar, ignorar el dolor y el vacío para que algún día desaparezca, saben que si volvieran a intentarlo volvería a salir mal. Cuando estaban juntos compartían un pequeño apartamento que pagaba ella, puesto que él estaba en el paro. Él odiaba no ayudarla con el dinero y ella le decía, con la voz llena de sarcasmo, que en realidad ella se encargaba de que no encontrara trabajo para tenerle todo el día en casa haciendo las tareas domésticas. Después le besaba y se abrazaban, él la alzaba en brazos y la tumbaba delicadamente sobre el sofá y... Y si seguían martirizándose de ese modo la herida jamás cicatrizaría. Un día por la mañana, el teléfono de él comenzó a sonar, arrancándolo de las garras del sueño. Era ella. Tragó saliva y contestó:
-¿Alicia?
-¡Hola! ¿Te he despertado? ¡Ay, que pregunta más estúpida, seguro que sí! ¡Perdón!-su voz jovial siempre le hacía sonreír, eso no era bueno. 
-Sí, pero no te preocupes. Tenía que levantarme ya, igualmente. En realidad, te doy las gracias.-se llamaban un par de días a la semana, normalmente ella para preguntarle como estaba su madre y otros asuntos triviales. Ninguno de los dos soportaba la idea de quedar como los típicos exnovios que no se hablan y se odian profundamente. Se habían amado demasiado para terminar así, aún se amaban. 
-Vale, de nada- su risa cristalina le provocó un dolor sordo en el pecho.- Bueno, te llamaba para decirte que estaré fuera unas dos semanas, ya sabes, negocios y bla bla bla. Mi jefe sigue igual de pirado.
-Oh, ¿te felicito o te compadezco?
-¡Compádeceme! Dios, con lo que odio el avión... ¡A Berlín me tengo que ir! ¡Berlín! ¿Que se me ha perdido a mi en Berlín!- su forma de exagerar y sacarlo todo de quicio era muy divertida, lo adoraba tanto...
-Bueno, no te preocupes. Dos semanas pasarán volando, ya verás. ¿Llamabas para decirme algo más? tengo que ir al hospital con mi madre, hoy me toca a mí. 
-Ah sí, es verdad, perdón. También que voy a hacer una excursión al súper y llenar tres carros de la compra enteros. ¿Necesitas algo? ¿Qué te falta?
Aquella pregunta removió algo dentro de él, como el terremoto que provoca el tsunami. Sabía perfectamente que ella se refería a algo de comida, pero no pudo evitar las palabras que escaparon de sus labios, venidas directamente desde lo más profundo de su corazón, un anhelo que deseaba sacar a la luz. Dijo, simplemente:
-Me faltas tú. 

2 comentarios:

  1. A mi si que me faltas tuu!! Berliin!! OMG!!! Es Super! ajdcsDJHVÑKFA Esta muy guay Julii :)

    Siempre tuya, Míriam :3

    ResponderEliminar